martes, 4 de agosto de 2009

MI CIUDAD

Hildebrando Chaviano Montes
El Vedado

Erase una vez que La Habana era conocida como una de las ciudades más bellas de América, al decir de alguien, era la capital desarrollada de un país subdesarrollado, hoy en día ya no es así, la Ciudad de La Habana es la capital destruida de un país en ruinas, calles surcadas de zanjas y salpicadas de huecos, edificios a punto de caer, paredes agrietadas y sin pintar, las aguas albañales corriendo libremente o estancadas formando un paisaje sucio y pestilente.
Vemos que cuando se construye una nueva tienda para vender en moneda convertible que son las únicas que se construyen y reparan, o algún hotel para extranjeros en el casco histórico, las edificaciones y aceras aledañas se mantienen intactas, surrealistamente ignoradas en un contraste desagradable y ofensivo.
Hace unos días pasé por el antiguo Mercado de Cuatro Caminos, su aspecto es desolador, en el mismo centro de la ciudad semeja un edificio en ruinas del Berlín de fines de la guerra o del Bagdad del segundo de los Bush, nada en él escapa a la destrucción, desde los techos a los pisos, pasando por los ventanales. Es verdad que cada vez hay menos productos que vender y no es fácil con el sistema económico improductivo que rige en Cuba llenar de mercancías semejante mastodonte más propio de lejanas épocas, pero al menos podría dedicarse a la realización de actividades culturales en beneficio de la comunidad, donde por encontrarse ubicado en una encrucijada de municipios habaneros, desempeñaría una muy necesaria función social principalmente para la juventud de la zona.
Aparejado a este abandono de la ciudad, está el abandono de la educación cívica ciudadana. En la historia de nuestro país abundan los ejemplos de educadores que transmitieron a varias generaciones de cubanos valores imprescindibles en las relaciones sociales como son el respeto a los mayores, a las instituciones, a los monumentos históricos, al patrimonio público y privado y sobre todo, el respeto a los demás y a uno mismo.
La Habana no sólo es hoy una ciudad fea y sucia por el estado de sus calles y edificios, también lo es por la grosería de muchos de sus habitantes, gritos obscenos en plena vía pública, jóvenes golpeando a sus novias en la calle y a la luz del día, mientras otros lo contemplan con indolencia, pies sobre los asientos de los ómnibus y así una lista interminable de faltas a la decencia y al decoro que han convertido a nuestra querida ciudad de lo que era en lo que es.
hildebrando.chaviano@yahoo.com

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