miércoles, 19 de mayo de 2010

APRENDER A PENSAR SIN MIEDO

Entre las tantas acusaciones y descalificaciones que utiliza el régimen cubano en contra de los opositores pacíficos y periodistas independientes, está la de mercenarios, con lo cual mantiene la amenaza perenne de encarcelarlos a la vez que denigran su imagen pública para restarles apoyo dentro y fuera del país.
Pero Cuba, a pesar de no ser un estado de derecho, tiene leyes a las que tendría que atenerse el gobernante al igual que cualquier otro ciudadano o institución que se respete a si misma.
Los cubanos tenemos una Constitución nos guste o no, así como un Código Penal que, aunque en ocasiones es oscuro y difuso, en el caso específico del delito de Mercenarismo es bien claro y no deja lugar a dudas.
“Artículo 119.1. El que, con el fin de obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución material, se incorpore a formaciones militares integradas total o parcialmente por individuos que no son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar, incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte.”
Sepan los periodistas oficialistas, los dirigentes del régimen, y cualquier otro interesado, ignorante o malintencionado, que la Denuncia o Acusación Falsa, la Difamación, la Calumnia y la Injuria, son delitos de acuerdo con el antes mencionado Código Penal. No se puede acusar de delincuentes a ciudadanos cuya única responsabilidad ha sido asociarse, escribir y pensar con libertad, lo cual no constituye delito ni siquiera en nuestra traída a menos Ley Penal.
Esta fue la razón de que en la primavera del año 2003, tuvieran que echar mano a la Ley número 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, bodrio jurídico creado para ser utilizado casuísticamente en violación de principios generales del derecho y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El derecho a disentir no puede ser cuestionable, mucho menos sancionable, a no ser bajo un régimen absurdo liderado por fanáticos que se hacen seguir por otros fanáticos absurdos que no se detienen a pensar por si mismos sin dogmas ni consignas.
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martes, 18 de mayo de 2010

PATRIA Y PAZ

¿Se podrá vivir alguna vez en una Cuba reconciliada, sin odios ni rencores, donde no se persiga ni se escriban diatribas contra los que piensan diferente? Parece ser que los cubanos estamos por llegar al punto de inflexión en que habrá que olvidar el pasado, o al menos los horrores mutuos de ese pasado y comenzar a reedificar la democracia trunca.
Ya el Apóstol nos advertía sobre los peligros de todo tipo que enfrentaría la nueva república: Norteamérica, las ideas socialistas, nuestros caudillos autóctonos herencia de la madre patria, las divisiones internas, los ambiciosos y parásitos de toda laya que hoy como ayer pululan en nuestras instituciones. Con semejante lastre no hay país que avance y las causas deben buscarse antes que todo aquí dentro.
La práctica de buscar culpables ajenos es bíblica. Adán fue el primero cuando le dijo al mismísimo Dios que la fruta prohibida se la había dado a probar nada menos, que “… la mujer que me diste…”, esta a su vez, al no tener a quien culpar, echó mano a la serpiente, cosa que en realidad el Padre Celestial no debe haber tomado en serio.
Los atrincheramientos doctrinales o de cualquier tipo, socavan la capacidad de maniobra. En el caso de los políticos, se desgastan inútilmente entre sus miedos y ambiciones personales, entre sus rencores y compromisos adquiridos, convertidos en rehenes de si mismos.
Es responsabilidad del gobierno cubano preparar el país para una transición pacífica hacia la democracia como prometió el propio Fidel Castro en “La Historia Me Absolverá”: “El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”.
Sentarse a conversar con cubanos de cualquiera de las tendencias políticas existentes dentro de la isla, sería un buen gesto para empezar a rellenar trincheras y tumbar muros, a la vez que una verdadera demostración de fuerza y respeto por los que se quedaron. Quizás sea mucho pedir, pero a lo mejor todavía no se ha hecho demasiado tarde.
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martes, 11 de mayo de 2010

CUESTIÓN DE CALIFICATIVOS

Los que agreden a las Damas de Blanco no son simpatizantes o partidarios del gobierno como los describen algunos órganos de prensa, sino represores organizados y convocados por la policía política para hacer el trabajo sucio en la llamada batalla de ideas, que en realidad es una batalla contra las ideas. Estos dos vocablos se podrían utilizar en un país en el que exista un ambiente político donde las ideas puedan manifestarse de forma pacífica, libre y públicamente, en un ambiente de respeto y tolerancia.
Dejaría mucho que desear para la imagen de cualquier partido, que sus simpatizantes se dedicaran a agredir en plena calle a mujeres indefensas que ante las blasfemias y los golpes sólo enarbolan una flor como única arma.
Bajo un régimen de monopolio político como es el cubano, se supone que la intolerancia y el odio a quien piensa diferente estén justificados, y constituyan práctica habitual los mítines de repudio, las brigadas de respuesta rápida y las campañas intimidatorias y de descrédito a través de todos los medios de prensa dictatoriales.
Por esto, las palabras simpatizantes o partidarios, son eufemismos para referirse a los esbirros, sicarios y degenerados de todo tipo que se complacen en ofender, escupir, golpear, arrastrar y vejar de cualquier forma a las Damas de Blanco. No hay tales simpatizantes del régimen, son instrumentos de la tiranía así sea que lo hagan por miedo, por ignorancia, por un salario, o porque les gusta maltratar mujeres. De cualquier forma que se mire, son basura humana.
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CANTAR POR CANTAR

En la letra del himno de los comunistas, La Internacional, hay una estrofa que los descubre en cuerpo y alma, si la tuvieran. Dice así: “No más salvadores supremos, ni César, ni burgués, ni Dios”. Eso es todo, los comunistas se han servido de una ideología engañosa para, como diría un abogado, subrogarse en lugar y grado de todos y cada uno de los supuestos enemigos del proletariado.
Ellos se han erigido en salvadores de la humanidad al distribuir egoísta y caprichosamente las riquezas encontradas, sin ser capaces de crear nuevas riquezas, con lo cual han logrado empobrecer hasta la miseria los países donde han logrado imponer su sistema. Estos “salvadores” de pacotilla pretendieron sustituir la salvación espiritual por unas cuantas migajas materiales que al agotarse, han dejado a los pueblos vacíos de espíritu y de estómago.
Verdaderos césares que gobiernan despóticamente sin atenerse a más ley que su voluntad, dueños absolutos de las vidas y fortunas de los ciudadanos, rebajados así a la condición de siervos o mejor aún, de esclavos carentes de los derechos reconocidos en cualquier sociedad moderna. Sólo una élite cercana al centro de poder puede disfrutar de ciertas prebendas concedidas por el césar.
Esta nueva clase ha adoptado rápidamente la forma de vida de la burguesía, y ya quisieran los burgueses vivir como acostumbran estos sustitutos. Como la opulencia no les cuesta, se pegan como sanguijuelas al erario público y saquean las arcas del Estado sin dar cuenta a nadie. Todo por el bien del proletariado.
Exigen ser adorados como dioses paganos de una religión creada a su única conveniencia con sus correspondientes lugares sagrados (Moscú, La Habana), santones (Marx, Engels, Lenin, Che), sacerdotes, (Fidel, Chávez), y escrituras inspiradas escritas por profetas del odio. Sus palabras son inatacables, sus acciones quedan fuera de todo análisis por los infelices mortales y las decisiones tomadas por estos dioses son inamovibles. Para ellos mismos son perfectos y eternos.
Los padres deben ver con detenimiento la letra de las canciones aprendidas por los hijos, pueden llevar un mensaje subliminar que los incite al sometimiento a personajes ambiciosos y oportunistas sin escrúpulos.
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ERRORES FATALES

Los políticos norteamericanos han sido cuando menos ingenuos en su relación de más de medio siglo con el Castrogobierno. Lo de Girón fue ingenuo y chapucero, lo de Radio y Televisión Martí confirma ambas actitudes nada deseables en política.
Radio y Televisión Martí no se reciben en Cuba gracias a que tecnológicamente pueden ser bloqueadas por los técnicos del gobierno cubano sin reparar en los costos. Si técnicamente es imposible burlar la interferencia, entonces Estados Unidos está botando el dinero, pero si el potencial científico técnico norteamericano es capaz de hacer llegar la señal, entonces la cuestión es dejar a un lado la ñoñería y la chapucería y hacer las cosas de una vez como deben hacerse.
Las transmisiones de Radio Europa Libre fueron de gran importancia para los pueblos de Europa Oriental sometidos a las dictaduras comunistas y las transmisiones de Radio Martí son igualmente importantes para el pueblo cubano a pesar de lo que los cabilderos del castrismo en los Estados Unidos puedan decir.
Conociendo a los Castro, es realmente ingenuo pensar que retirar del aire a Radio Martí llevará a una mejora de las relaciones entre los gobiernos de los dos países, o a un relajamiento de la represión contra la oposición interna. Este gobierno aspira a merecerlo todo sin dar nada a cambio y si hasta ahora les ha salido bien, no tienen porque cambiar.
Si Estados Unidos decide eliminar las transmisiones, que sea porque técnicamente es imposible realizarlas con la potencia y calidad requerida, no por hacerle guiños a los Castro o dejarse convencer por los que dicen que en Cuba a nadie le interesa escuchar Radio Martí.
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VOTACIÓN SILENCIOSA

Votaron más de ocho millones de cubanos, y qué. Desfiló por la plaza más de un millón, o lo que sea, y qué. La tiranía se muestra regocijada por haber alcanzado estos números que en realidad no dicen nada al igual que no dicen nada los carteles ni los gritos ni las falsas expresiones de júbilo revolucionario.
Después de esto ¿Aumentarán los productos de la canasta básica? ¿Se verán abarrotados de alimentos los mercados agropecuarios? ¿Desaparecerá definitivamente el marabú de nuestros campos? ¿Aumentará la productividad en nuestro país? ¿Nuestras calles estarán ahora más limpias y con personas mejor educadas? ¿Dejarán de verse los limosneros pedir a los que pasan y buscar alimentos en los tanques de basura? ¿Es que un gobierno tan fuerte y con tanto apoyo del pueblo le permitirá a las Damas de Blanco salir en manifestación silenciosa por la liberación de sus seres queridos, o mejor aún, liberará a los más de doscientos prisioneros políticos que se pudren en nuestras cárceles?
No creo que nada de esto ocurra, el régimen se sabe débil e incapaz de resolver ni siquiera medianamente la infinidad de problemas que se le han acumulado en más de medio siglo de caprichos, disparates e infamias. La senilidad los hace hoy más incapaces que nunca para afrontar la profundización de la crisis interna que nos azota. La respuesta será más represión contra todo lo que pueda parecer disidencia aunque venga de sus propias filas, más desabastecimiento del mercado, más desempleo y pérdida de las supuestas conquistas del socialismo que no fueron más que un espejismo producido gracias a la ayuda interesada de la desaparecida URSS.
Este mismo pueblo que votó y desfiló, es el que mantiene una huelga silenciosa de brazos caídos, el mismo que a la primera oportunidad se va del país por cualquier medio a su alcance, el que roba, perdón,” lucha” para subsistir y lo justifica para no tener de que avergonzarse, el que se queja de los dirigentes y dice que los delegados del poder popular no resuelven ningún problema. Pero como el pueblo se ha visto obligado a tener una doble moral, vota en unas supuestas elecciones inútiles y falsas y asiste a un desfile del que sale cansado, hastiado y asqueado, del gobierno y de si mismo.
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DEL ODIO, EL MIEDO Y OTROS DEMONIOS

Los gobernantes y sus acólitos se quejan amargamente de que los enemigos del régimen los demonizan en sus campañas mediáticas, y a estas alturas los cubanos sin acceso a Internet, la televisión satelital o a las transmisiones interferidas de onda corta, que son casi todos, siguen ignorantes de lo que son las susodichas campañas.
No se puede demonizar el infierno, al igual que sería absurdo tratar de salar el mar. Satanás y su corte de demonios se sonrojarían por no habérseles ocurrido antes que dejar morir de hambre y sed a un prisionero es igualmente efectivo y más económico que los métodos tradicionales; que arrastrar, golpear y escupir mujeres puede ser una buena diversión para los demonios más pervertidos; que la Ley 88 y el Plan Contra Alteraciones del Orden y Disturbios Contrarrevolucionarios de reciente aparición, serían útiles para someter por miedo o por la fuerza a algunos indisciplinados contestatarios.
Nadie sabe hasta donde serán capaces de llegar en su desesperación estas momias del comunismo, pero no hay dudas de que el sector donde han mostrado más iniciativas y desarrollo es en el de la represión, cada día se superan a si mismos y exigen que el pueblo calle y soporte, y el mundo tolere en silencio el crimen.
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