martes, 21 de septiembre de 2010

¿SOCIALISMO?

Al parecer le llegó el fin al hipócrita modelo socialista cubano con su pleno empleo y su libreta de racionamiento de la canasta básica que no es canasta ni es básica. Los anuncios de las nuevas medidas “neoliberales” (privatización, desempleo, alza de precios) por parte del gobierno cubano, preocupan a unos, esperanzan a otros, y mantienen escépticos al resto.
Se acabaron las populistas plantillas infladas creadas por obra y gracia de la triunfante revolución verde olivo. Desaparecen como por arte de magia, uno a uno, los llamados productos subsidiados, sólo para reaparecer encarecidos en cualquier tienda en moneda convertible o en moneda nacional a un precio equivalente. Dejan de existir las gratuidades que nunca fueron, mientras la alta jerarquía mantiene sus privilegios.
La utopía socialista nunca dejó de serlo, más de medio siglo de sacrificios, represión y atraso en todos los órdenes le costó al país el fatídico experimento. Miles de exiliados, fusilados, encarcelados y ahogados en el Estrecho de La Florida, amén de la economía profundamente dañada por la irresponsabilidad e ineptitud de los dirigentes, más preocupados por disfrutar del poder que por servir a la nación, son algunas de las secuelas que nos deja el castrismo.
Los críticos del socialismo siempre vieron que el modelo no funcionaba, los chinos se dieron cuenta de ello a golpe de hambrunas y revoluciones culturales. Atrás quedó la época de las cacerías de gorriones glotones-contra revolucionarios, el empecinamiento en el engaño los puso en peligro de desaparecer, pero hoy, tienen una poderosa economía basada en la propiedad privada.
Guste o no a los dirigentes cubanos, el único camino que queda es el de la economía de mercado, no es hora de seguir con experimentos para satisfacer egocentrismos y poses heroicas a cambio del sufrimiento de un pueblo. Este es el resultado de gobernar sin oposición, sin escuchar a los que en todas las épocas trataron de hacer ver que el país iba derecho a un precipicio.
Cuba no es una bodega ni un cuartel, y no se puede culpar a los americanos ni a los rusos ni a los marcianos si existieran, de que a alguien se le haya ocurrido gobernarla a su antojo por medio siglo, con equivocaciones, rectificaciones y más equivocaciones. Culpar a otros de los errores propios y sus consecuencias puede ser, según se mire, infantil o cobarde. Que vengan los cambios, y rápido.
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martes, 7 de septiembre de 2010

APOCALIPSIS HECHO EN CUBA

¿Será hablar de la guerra una nueva forma de hacerla? El pueblo se pregunta qué guerra nuclear puede ser esta dónde los que tienen el armamento nuclear no tienen interés en usarlo, y los que quisieran hacerlo no lo tienen. Atrás quedaron los tiempos en que un tiranuelo caribeño con ínfulas, amenazaba con lanzar unos cohetes atómicos que ni siquiera eran suyos, cobijado bajo la tutela del imperio soviético.
También quedaron atrás los tiempos heroicos de crear muchos Viet Nam y llenar Asia, África y América Latina de guerrillas, secuestradores, asaltantes de bancos, terroristas y narcotraficantes con su secuela de muertes inútiles. Esto es una versión mediática de la tendencia guerrerista que siempre conocimos y de la que la mayor parte de los cubanos vivimos orgullosos durante muchos años, cuando nos hacían creer, y creíamos, que nuestro país era una potencia mundial encargada por la providencia para derrocar y enterrar definitivamente al imperialismo norteamericano bajo la sabia dirección de nuestro máximo líder.
La desatención más absoluta a las reales necesidades del país fue el resultado de aquella nefasta política. Hoy recogemos los frutos de la utopía irresponsable; el alza de los precios de todos los productos de primera necesidad, el desabastecimiento de los mercados, la casi extinción de nuestra primera industria, la improductividad de la agricultura, la mayor parte de las tierras cultivables infestadas de marabú, estado deplorable de los hospitales, pérdida de muchas de las garantías de carácter social que para muchos justificaba la falta de libertades ciudadanas, un fondo habitacional en estado ruinoso y por último, para coronar el desastre, más de un millón de trabajadores quedarán desempleados y tendrán que buscársela como puedan.
Según dicen, estos han sido los efectos del neoliberalismo en América Latina, pero los cubanos no hemos conocido el neoliberalismo ni en sueños, porque nunca nos han querido explicar la otra parte del susodicho sistema económico. A cambio de eso, nos han entretenido con la amenaza de una invasión que nunca llegó porque nunca iba a suceder, y con la construcción de una sociedad más justa que no se ve por ninguna parte por más que trato de no ver las mansiones donde viven los dirigentes de la “revolución”, ni enterarme de las cuotas especiales de víveres y artículos de consumo que reciben como prebendas, ni de sus vacaciones en los cayos, en Varadero, Cancún, o París. Y venir a hablarme a mí de guerras nucleares.
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A MANERA DE REFLEXIÓN

Hay quienes durante toda su vida no hacen otra cosa que causar problemas. Son capaces de promover o involucrarse en cuanto proyecto descabellado les venga a mano, con la única intención de aparecer en los primeros planos. No importa si el resultado es una bronca callejera, una guerra nuclear, o un papelazo descomunal.
Aún cuando de jóvenes pueden parecer inteligentes y osados, ya de mayores se aprecia que su inteligencia es repetición incansable de cosas aprendidas aquí y allá, a veces sin relación coherente entre ellas, y la osadía es una fanfarronería rampante que nadie respeta. Lo que no pierden nunca es la vocación enfermiza por los primeros planos; si van a una boda tienen que ser necesariamente el novio o la novia, si es un velorio, envidian al muerto con toda la fuerza de su egocentrismo.
Esta actitud es preocupación constante para los que rodean a este tipo de personaje, pues deben estar pendientes de cada capricho, idea genial o malas ideas que su mente febril de a luz, aborte o vomite, en sucesión interminable de errores y rectificaciones. Para los que no le son cercanos, todo se les convierte en desgracias, involucrados a gusto o por fuerza en el remolino que lo absorbe todo y lo destruye todo a su paso.
Ya ancianos, se resisten a dejar de ser y se aferran balbuceantes a los restos de lo que un día fue, dicen que un proyecto, una utopía o un disparate, como quiera que sea, son parte de la historia. Sólo quedan los sueños convertidos en pesadillas y los héroes en villanos. De cualquier forma, de las mayores calamidades los pueblos siempre se reponen, sean huracanes, terremotos o tiranos.
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