Aparecieron detrás de mí, casi a mi lado, tan cerca que podía olerlos. No sé de donde salieron el señor alto y la niña, pero iban en mi rumbo. Al entrar al edificio seguían ahí, incluso acorté el paso para ver si me sobrepasaban, pero no, prefirieron seguir detrás, solo un poco detrás.
Cuando el portero abrió la pesada puerta, no sentí más su presencia. Mostré mis documentos y ya iba a continuar cuando el empleado me llamó la atención. -¿Y la niña? Eso era conmigo. -¿No viene con usted?
Ahí estaba, la niña me miraba en silencio. –No, no la conozco. Creo que venía con un señor alto. –Pero aquí no hay nadie más, y la niña entró detrás de usted. Busqué con la vista, pero en efecto, no había más ninguna persona que nosotros tres en todos los alrededores: la niña, el empleado y yo.
¿Dónde se habría metido el tipo alto? Hice lo único que se me ocurrió. -¿Y el señor alto que venía contigo? Al cabo de unos segundos respondió: -¿Qué señor? –Aquí no pueden entrar menores si no es para trámites oficiales. Oí que decía el empleado de uniforme. Hasta este momento no me había percatado de que tenía uniforme, ni de que la niña parecía vestida como para un cumpleaños.
-La niña debe esperar afuera. – ¿Y yo qué tengo que ver con eso? Déjela ahí hasta que aparezca un familiar. –Aquí no puede quedarse, mire, salga con la niña y después puede regresar con el mismo pase. –Estos trámites los tengo que terminar hoy y la dichosa niña no es nada mío, los niños no se adjudican así sin más ni más como si fuera un apodo. –Entonces no puede pasar, hágame el favor de retirarse que está obstruyendo el paso. -¿Qué paso ni que ocho cuartos, si aquí no hay nadie? –De todos modos, retírese, buenas tardes.
-Y bueno nené, ¿de dónde saliste y qué se hizo de tu papá? -¿Qué papá? –El que venía contigo. –No era mi papá. -¿Entonces quién era? –Yo que sé, un señor ahí un poco raro, me dijo que te acompañara para que no te perdieras. -¿Y? –Y nada, al final no te perdiste. ¿No?
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