martes, 26 de abril de 2011

DE CONGRESOS Y DELITOS HABLAMOS





Existen dos delitos en que las víctimas se consideran tan responsables de haberlo provocado, como el mismo victimario. De ahí que en múltiples ocasiones se nieguen a denunciar al criminal y aún más, lo justifican como si formaran parte de un mismo equipo. La violación y la estafa son estos dos delitos.

Por las características de las condiciones que rodean este tipo de hechos, la víctima siente una mezcla de vergüenza propia y ajena, responsabilidad compartida, y una profunda apatía que le impide rebelarse ante la injusticia.

En la política cubana podemos ver cómo la ciudadanía se rebeló de manera casi unánime contra el golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. Era evidente el robo, brutal y descarado el atropello a las libertades ciudadanas, y Batista fue condenado por la sociedad en pleno, no sólo por Fidel Castro, el cual hábilmente monopolizó las ansias de justicia del pueblo.

La llamada revolución cubana triunfante el 1º de enero de 1959, le sirvió a Fidel Castro como instrumento idóneo para encubrir sus verdaderos objetivos. Y así empezó, al decir de Eudocio Rabines, la gran estafa.

El pueblo creyó en un líder carismático, que se había presentado a sí mismo como un demócrata, defensor a ultranza de los derechos civiles y políticos reconocidos en la Constitución de la República de 1940.

Junto con las primeras medidas de carácter populista, vinieron las expropiaciones, el no reconocimiento de derechos ganados por los trabajadores y estudiantes después de largos años de lucha civil, lo cual fue otro tipo de expropiación, la banca, la prensa, las tierras, las industrias, los inmuebles, el país entero pasó a ser patrimonio de un solo hombre que rápidamente desvió la atención de la opinión pública nacional e internacional hacia una multitud de enemigos, algunos reales y con sus razones, otros inventados a conveniencia.

La burguesía cubana se dejó embaucar, y de buena gana colaboró con el desastre que se avecinaba. Esta contribución fue influida en alguna medida por la condición de mestizo y origen humilde del anterior tirano, por lo que aquella burguesía blanca apostó por el blanco descendiente de español y de origen burgués. El campesinado asistió entusiasta a una reforma agraria, que medio siglo después se comprueba que nunca fue más que otro engaño, un acto de magia en el que parecía que se daba lo que nunca se dio. Si no es así, ¿de dónde salieron las tierras estatales que hoy están ociosas?

Los primeros en darse cuenta de la estafa, abandonaron rápidamente el país con una mano delante y la otra atrás, otros, en su gran mayoría excombatientes contra Batista, se alzaron en las montañas del Escambray. Miles, se han rebelado cada día de estos 52 años sufriendo persecuciones, cárcel, destierro y fusilamientos.

Pero otros, por desgracia la mayoría, no se atreven a levantar la voz contra el estafador porque se consideran parte indisoluble del proceso, están moralmente comprometidos y este comprometimiento es parte de la estafa. Aún entre muchos emigrantes es evidente su renuencia a pronunciarse en contra del régimen que han dejado atrás. Llegan incluso a falsear la verdad cuando dicen que no son emigrantes políticos, sino económicos, como si pudiera separarse el desastre económico cubano de la falta de libertades de todo tipo.

Aunque haya sido estafado y violado, el pueblo cubano debe saber que tiene derecho a denunciar el crimen, que no es responsable de lo ocurrido, que no es cómplice, sino víctima, aunque le de vergüenza admitirlo.

El gobierno cubano, el partido comunista, el congreso del partido comunista y el primer secretario del partido comunista, no tienen nada que ofrecer, porque nada tienen, el pueblo es quien produce, mucho o poco, pero es el pueblo y no un grupúsculo de ancianos sin ideas y sus seguidores oportunistas. Están de más hace rato, ya la estafa les dio todo lo que iba a dar.




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martes, 12 de abril de 2011

LEGADO DE QUÉ

Que José Martí creó el Partido Revolucionario Cubano como el partido que uniría a todas las fuerzas revolucionarias de la época es un hecho, pero de ahí a decir que el actual Partido Comunista de Cuba está inspirado en los mismos ideales libertarios y democráticos de aquel, es como pretender que el sol brille en el cielo de La Habana a las doce de la noche.

La fundación del Partido de Martí, obedeció a una necesidad histórica, con el fin de superar los errores que dieron al traste con la gesta libertaria del 68, y no con el ánimo de someter a la futura república a una dictadura monopartidista dirigida por un caudillo inepto.

Martí nunca fue marxista, todo lo contrario, fue amante de la democracia y las libertades y derechos que esta conlleva. El Partido Revolucionario Cubano fue concebido en un ambiente de democracia que sólo podía brindar los Estados Unidos de América; ni en México, Argentina o Guatemala, donde conoció otras tantas dictaduras, hubiera sido posible desarrollar la labor aglutinadora y democrática que llevara a cabo desde el país del norte.

Según el propio Apóstol de nuestra independencia:

“Viene bien que el que ejerza el poder sepa que lo tiene por merced y por encargo de su pueblo, como una honra que se le tributa y no como un derecho de que goza”.

“Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido”.

“La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”.

“En pueblos como en hombres, la vida se cimenta sobre la satisfacción de sus necesidades materiales”.

“Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye”.

“Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios”.

“La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante, es proposición, estudio, examen y consejo”.

“Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para mantenerlas”.

“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.

“La tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”.

“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.



De acuerdo con sus palabras y sus actos, nuestro Martí hubiera sido uno de los alzados de la sierra del Escambray, o cualquiera de los numerosos presos políticos que a lo largo de más de medio siglo han padecido en las cárceles cubanas, o uno más de los 75 de la Primavera Negra del 2003, o quizás algún periodista independiente de los que le amargan la vida al tirano.

Todo, menos panelista de la Mesa Redonda, espía desempleado o diputado sin voz en la Asamblea Nacional. “No hay espectáculo, en verdad más odioso, que el de los talentos serviles”.

hildebrando.chaviano@yahoo.com

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PRESENTE


-¿Cuándo podré irme del solar? José se levanta cada mañana pensando que quizás ese sea su último día en aquel lugar donde aprendió a caminar, jugar con los amigos, y fajarse por un juego de bolas. Está cansado de esperar turno para bañarse en el baño colectivo, de lavarse los dientes en el lavadero colectivo y de los toques de santo que sin ser colectivos de todos modos él participa, aunque esté encerrado en su cuarto.

Al cuarto original se le había agregado otro cuando el vecino que vivía solo se ahorcó, ahora con la barbacoa, podía disfrutar de cierta privacidad, pero todavía es un cuarto en un solar de la Habana Vieja..

Cuando toca el agua, la zona se convierte en un casco histérico con los aguadores arrastrando carretillas, todas las mujeres lavando a la vez y las aguas albañales corriendo por las calles mezcladas con el agua que derraman las pipas.

El padre de José era el que cargaba el agua, pero se fue un día nadie sabe a dónde, y dejó atrás a la madre con cuatro muchachos. Dicen que era un buen hombre, aunque cuando llegaba pasado de tragos a veces se le iba la mano y cogía golpes todo el mundo, la madre la mayor parte. En esos momentos el cuarto se hacía demasiado pequeño para una familia tan numerosa.

Ahora José carga el agua porque es el mayor de los varones, los demás se ocupan de hacer los mandados y cualquier otra tarea doméstica. La necesidad los ha hecho solidarios y forman un verdadero clan. La madre cuida de que no falten a la escuela, cree que si estudian duro, algún día podrán vivir en otro lugar que no sea un solar, y cree que si sus negritos se esfuerzan no van a pasar tanto trabajo como ella.

La mamá de José es creyente, tiene un pequeño altar en el cuarto con una imagen de la Virgen de La Caridad, “Cachita”, como ella le dice en confianza cuando están las dos solas, y le prende una vela para que proteja a su familia de los malos vecinos, de la policía, de los maestros emergentes y hasta del bodeguero que les roba algunas onzas de la magra cuota que reciben cada mes.

Los ruegos incluyen al padre de los muchachos, que donde quiera que esté, la Virgen lo cuide, a fin de cuentas fueron muchos años juntos en las buenas y en las malas. Lo único que le reprocha es que no haya noticias suyas; si se fue con otra mujer, o salió del país, que era lo que siempre decía que un día iba a hacer porque ya estaba hasta aquí. Y sí, a lo mejor eso fue lo que hizo y habrá que esperar a ver si se acuerda de los que dejó atrás, si es que llegó, que la Virgen lo ampare.

José se sienta en el muro del Malecón y contempla las olas.

La Habana, 6 de abril de 2011

martes, 5 de abril de 2011

EL NEGRO Y EL MAR

El viejo sentado frente al mar contempla las olas, ve desde que se forman en el horizonte, como chocan unas con otras, se unen, se alzan y rompen contra la costa. Se levanta y regresa a la aldea, arrastra los pies al andar y se apoya en un bastón que en parte es el cañón de una vieja arma. M’dou es un negro viejo, muy viejo, pero no siempre M’dou fue un negro viejo; antes que llegaran los blancos a la costa y trajeran las armas de fuego. Antes incluso, de que M’dou fuera un guerrero fuerte y victorioso, era un joven más de la tribu, con sueños como cualquier otro negro que desde que nació sólo había visto monte y animales salvajes, y alguna que otra vez el mar, cuando iban a buscar sal a la costa. Después las cosas cambiaron, a él le gustaban las armas, su jabalina era la más aguzada de todas las que se arrojaban en la selva, su arco era poderoso, de la madera más fuerte y flexible, y sus flechas realizaban un vuelo perfecto, cuando los blancos le enseñaron a usar las armas que traían, el joven guerrero descubrió un mundo que lo sedujo. Conocía su poder y se dio a la tarea de ejercerlo. Era sencillo, antes los guerreros de su tribu mataban a todos los varones de las tribus vecinas derrotadas, y violaban a cuanta hembra encontraban a su paso, ahora los blancos les proponían un negocio, nada de matar a los prisioneros ni violar mujeres, los blancos se los llevarían a un viaje sin regreso y además, les pagarían por ello. Pronto se quedaron sin vecinos y tuvieron que salir a encontrarlos más adentro, a donde nunca habían ido porque los mayores contaban historias de bestias feroces que devoraban hombres. Pero pensar que con la recompensa por la cacería serían más las mujeres que podrían obtener, les hacía más valientes. Además, tenían las armas de fuego. Un día que los guerreros regresaron con su carga de esclavos para vender, no fueron recibidos por la tribu, nadie salió a festejar con ellos, ni los niños que siempre eran los primeros, ni las mujeres. La aldea estaba desierta, algunas hogueras humeaban aún, pero ni un sonido salía de las chozas de barro. Los hombres corrieron a la costa, ni un barco se veía por todo aquello, a M’dou le pareció ver una vela en el horizonte, pero duró tan poco que no estaba seguro si había sido una nube. Regresaron donde habían dejado a los prisioneros. Mataron a todos los varones, como hacían antes, y tomaron a las hembras por esposas sin que estas hicieran resistencia, como antes. La Habana, 4 de abril de 2011