jueves, 2 de agosto de 2012

Castro Justicia



Es cierto que Ángel Carromero Barrios y Jens Aron Modig no eran los clásicos turistas europeos buscadores de sol y sexo a que estamos acostumbrados por acá, ambos venían en una misión sin egoísmos; la de apoyar proyectos de la disidencia cubana como el Movimiento Cristiano Liberación, dirigido por Oswaldo Payá Sardiñas, promotor del vilipendiado y no publicado Proyecto Varela.

El mencionado proyecto, que junto al resto de su obra le valió a Payá el otorgamiento del Premio Sajarov, fue en su momento el esfuerzo pacífico más significativo por lograr cambios democráticos en nuestro país. Eso bastó al régimen de los Castro para señalarlo como un enemigo a muerte.

Los llamados mercenarios por el gobierno cubano, son personas que se han cansado de que el ciudadano esté en función del Estado y no como debería ser, y de que el futuro de sus hijos esté en manos de dirigentes corruptos e ineptos que sostienen por la fuerza un sistema político-económico inviable desde hace mucho tiempo.

Para defender este sistema, el gobierno cubano declara fuera de la ley el acceso libre a Internet; la preparación de profesionales de la prensa no subordinados a la censura partidista; la organización de partidos políticos y organizaciones no gubernamentales; las reuniones y manifestaciones pacíficas; y hasta los intentos de salida del país.

Precisamente en el intento de salir del país hace algunos años, resultaron muertos en oscuras circunstancias dos ciudadanos que habían ocupado una embarcación con el objetivo de abandonar el paraíso del Caribe; así mismo fueron ejecutados los ocupantes del remolcador “13 de Marzo”, embestidos por otros tres remolcadores tripulados por sicarios del régimen que al no bastarles el hecho del abordaje y hundimiento de la embarcación, la emprendieron a barrer con chorros de agua la cubierta del barco que se hundía y ahogar a los que lograban seguir a flote, cuarenta cubanos, incluidos diez menores de edad, murieron en la masacre; dos avionetas civiles fueron derribadas sobre aguas internacionales por aviones de la Fuerza Aérea Revolucionaria, lo que llevó a la muerte a cuatro pilotos que, según aseguran las autoridades cubanas, amenazaban con bombardear la Ciudad de La Habana con algo tan peligroso como volantes anticastristas; en el año 2003, un grupo de jóvenes que habían secuestrado una embarcación, fueron juzgados sumariamente como escarmiento y en menos de 72 horas tres de ellos resultaron fusilados y el resto condenado a penas entre 30 años de privación de libertad y cadena perpetua.

La ley penal cubana no contempla penas tan severas para la salida ilegal ni para el secuestro de embarcaciones, más cuando en el hecho no hubo daños materiales ni se puso en peligro la vida humana.

Cuando al gobierno cubano no le han bastado sus propias leyes, inventan otras al estilo de la Ley 88, conocida como “Ley Mordaza”, o sencillamente acuden al asesinato público y brutal como en el intento fallido del caso Aspillaga, ex agente de la Inteligencia cubana que desertó en Europa; o a oportunas, repentinas y particularmente mortíferas enfermedades de origen desconocido, o a retirarle el agua a un preso en huelga de hambre hasta morir, o el exceso de celo de unos policías que con golpes de tonfa provocan una pancreatitis aguda en Santa Clara, o al accidente automovilístico al más puro estilo “rápido y furioso”.

En el caso del “accidente” que costó la vida a Oswaldo Payá y a Harold Cepero, a pesar del esfuerzo propagandístico desplegado por el gobierno cubano, los argumentos no convencen, entre otras cosas: porque sigue sin ser visto por ninguna parte el árbol fatal; en las fotos aparecidas en Internet, aparecen huellas de golpes en la parte posterior del vehículo, que no se ven en las mostradas en el Noticiero de la Televisión Cubana aunque se supone sean las mismas; un tiempo atrás, la desaparecida Laura Pollán sufrió un ataque similar; hace unas semanas el propio Payá fue víctima de un accidente provocado por un vehículo que lo embistió hasta volcarlo; la hija del líder opositor recibió poco antes de los hechos una llamada desde el automóvil en que viajaba su padre, que le advertía la persecución de que eran objeto por un camión que los embestía para sacarlos de la vía.

El modus operandi del delincuente está perfectamente definido; embestir y hundir, embestir y volcar. Raúl Castro acaba de ratificar la orden de que contra los disidentes vale todo, desde agentes y oficiales de la Seguridad del Estado disfrazados de pueblo, hasta sicarios de las Brigadas de Respuesta Rápida o choferes entrenados para matar. La represión es vital para cualquier dictadura, no van a medir métodos ni consecuencias a la hora de deshacerse del que consideren molesto.

El dictador está perdido, lo sabe, y aún así prefiere hablar con el Presidente norteamericano y no con su propio pueblo. La pérdida de posibles interlocutores le deja como única opción hablar con el espejo del baño mientras se afeita, en esto al menos ya tiene experiencia.

hildebrando.chaviano@yahoo.com

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