lunes, 13 de agosto de 2012

Discrepar o No Discrepar.


No hay quien entienda a ciertos dirigentes y periodistas oficialistas cubanos cuando repiten hasta la saciedad la urgencia de expresarse con libertad, el derecho del ciudadano a la información y la transparencia administrativa.

Todo eso está muy bien, pero, pasados cincuenta años de censura, persecución de ideas, leyes amordazantes, estrechez mental, cárcel, fusilamientos y destierros, es difícil cumplir con el precepto martiano de “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía.”

Discrepar, disentir, es todavía peligroso en Cuba, a pesar de las palabras del señor Presidente cuando expresó en la Primera Conferencia Nacional del Partido (comunista): “Es preciso acostumbrarnos todos (sic) a decirnos las verdades de frente, mirándonos a los ojos, discrepar y discutir, discrepar incluso de lo que digan los jefes, cuando consideramos que nos asiste la razón,” pero, inmediatamente el menor de los Castro hace la siguiente acotación “como es lógico, en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta.” Quiere decir que sin permiso no se puede, que pueden expresarse pero no tanto, porque los dictadores también tienen su corazoncito y a veces se molestan.

Para los gobernantes cubanos, que entre escándalos de corrupción y locuras económicas han dilapidado el tesoro nacional, constituye una agresión que un periodista independiente, desde Cuba, les diga irresponsables, ineptos y corruptos, lo cual, si vamos a los hechos, es la pura verdad.

Los que dirigen hoy, con contadas y oportunistas excepciones, llevan en esa función más de medio siglo, y la prensa oficial no puede atreverse a exigir transparencia o una verdadera rendición de cuentas de los máximos responsables que no son otros, sino los llamados líderes históricos.

La prensa independiente, siguiendo el legado martiano, tiene una función de saneamiento al sacar a la luz la disfuncionalidad del sistema y la incapacidad de sus dirigentes. La libertad de expresión no la garantiza una exhortación eufórica del Presidente, sino la derogación de las leyes que la impiden.

hildebrando.chaviano@yahoo.com

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