jueves, 6 de septiembre de 2012

Diálogo en Colombia. Monólogo en Cuba.


 

Una vez más se intenta el diálogo en Colombia para buscar la ansiada y necesaria paz, esta vez también tiene Cuba un papel protagónico, aunque diferente al desempeñado durante la época dorada de las guerrillas marxistas latinoamericanas.
En este caso, un movimiento revolucionario inspirado, formado y apoyado por la Cuba de Fidel Castro, se ve aislado, sin apoyo popular y en medio de una coyuntura internacional que favorece la política del diálogo democrático, al no existir Unión Soviética ni campo socialista que prendan candelitas al ritmo guevariano de “crear  uno, dos, tres, muchos Viet Nam”. 
Aquel movimiento sangriento y romántico ha sufrido una metamorfosis y, aunque  no ha dejado de ser sangriento, hoy es además narco terrorista. Después de tanta sangre derramada tras una utopía, los guerrilleros latinoamericanos ven a Cuba como el faro al que no deben acercarse porque es el símbolo de todo lo malo que les espera a sus países si se dejan cegar por su luz: el naufragio; más de medio siglo con tarjeta de racionamiento para los productos alimenticios, atraso tecnológico, campos sin cultivar,  cuarterías que en 1953 ya eran viviendas inmundas, niños sin tomar leche a partir de los siete años, proscrito el consumo de carne de vacuno, elecciones amañadas, nada de prensa libre o partidos políticos, cero Internet, ni huelgas, reuniones o manifestaciones públicas, eso sí; tendrían muchos médicos prestos a atender a los pacientes que les lleven un almuerzo y alfabetización para  leer sólo la propaganda oficial.
La democracia y el diálogo se imponen y el viejo dinosaurio hace como que aplaude mientras sea fuera de las fronteras de la Gran Birán, hacia dentro la mentalidad guerrillera se atrinchera en su fracaso y se niega a evolucionar. La revolución cubana nunca fue un faro, si acaso una fogata encendida por piratas para hacer encallar a los incautos.


  

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