martes, 6 de noviembre de 2012

Unidad Real


Presionados por un movimiento social e intelectual que desde las filas de la oposición democrática ha desmontado cada una de las pantomimas y escaramuzas pseudo integracionistas del régimen cubano, sus negritólogos, con el señor Miguel Barnet a la cabeza, claman por la construcción espiritual y unitaria de la nación cubana.
Todo consiste para ellos, en achacar los males del racismo que hoy padecemos; a la esclavitud y sus lacras, la colonización, la república mediatizada con sus generales y doctores, y por qué no, al causante máximo de todos nuestros males, el siempre conveniente enemigo del norte que malévolamente permitió la inscripción del Partido Independientes de Color para contribuir a la desunión de “las fuerzas que en Cuba luchaban por la justicia social” (sic). ¿Qué fuerzas luchaban en aquel momento por la justicia social, como no fuera precisamente este partido?
En el centenario de la masacre de los Independientes de Color. Hubo discursos, y aunque tarde, se ha pretendido reivindicar en público la imagen de una raza que a más de medio siglo de revolución socialista, sigue padeciendo exactamente las mismas carencias, abusos y manipulaciones que un siglo atrás.
Más de la mitad del tiempo transcurrido desde la masacre, entra en el período post revolucionario, y ¿qué se ha logrado?; los negros son el sector de la sociedad más reprimido  por la policía, porque en la escuela de la PNR les enseñan que la mayor parte de los delincuentes son de tez negra, los negros continúan en minoría en los puestos de dirección, en las universidades, y en los puestos de trabajo con acceso a moneda convertible, en cambio, son mayoría en las cárceles, en los solares o cuarterías de La Habana y en los barrios marginales de toda la república.
La dirección blanca del país, heredera de aquellos blancos esclavistas convertidos después en blancos patriotas, blancos republicanos, blancos socialistas, no ha cambiado en nada el estado de cosas. Un poco porque no les interesa, otro poco porque no les conviene y otro no tan poco, porque en su fuero interno son tan racistas como los que les antecedieron.
La actitud paternalista y perdonavidas, el llamado a la unidad que más bien es el llamado al sometimiento de una raza y a la aceptación de una predestinación maldita donde el blanco sigue siendo el amo aunque ahora se le llame compañero dirigente. Estas son premisas que nos permiten identificar la actual sociedad cubana con la de hace cien años, y el ver una vieja foto del cadáver ensangrentado de Evaristo Estenoz rodeado de miembros del ejército de la época, trae a la memoria algunas escenas del sur de los Estados Unidos cuando el Ku Klux Klan campeaba por sus respetos. Solo les faltan las capuchas.
Siempre que las autoridades cubanas persiguen y reprimen por cualquier medio a organizaciones no gubernamentales de carácter antirracista como el Movimiento de Integración Racial “Juan Gualberto Gómez”, el Comité Ciudadano por la Integración Racial y el Observatorio Ciudadano Contra la Discriminación, cometen el mismo crimen que cuando se declaró proscrito al Partido de los Independientes de Color  bajo el gobierno de José Miguel Gómez. Cuando los oficiales del Departamento de Seguridad del Estado, háganse llamar Ignacio, Eric o lo que sea, impiden el acceso a la sede del Comité Ciudadano por la Integración Racial, están copiando a los oficiales y soldados de la república que en 1912 masacraron a los Independientes de Color.
Olvidó Barnet mencionar en su discurso, que como parte de la soldadesca del general José de Jesús Monteagudo estaba el entonces capitán José Francisco Martí y Zayas Bazán, en cuyo honor fue develada una tarja en el Centro de Estudios Martianos este mismo año de aniversario luctuoso. Si se va a hablar de acciones concretas que fortalezcan el principio de unidad de la nación, sería una buena acción dar marcha atrás a la infeliz idea de la tarja y volver a sumir  al hijo indigno del Apóstol, en la oscuridad de la que no debió salir jamás; también sería una buena acción de desagravio, arrancar la estatua del racista y homicida  José Miguel Gómez, del lugar que ocupa en la Avenida de los Presidentes, fundirla, y en su lugar erigir una de Evaristo Estenoz, fundador del proyecto político más avanzado de principios del siglo pasado, como símbolo del aporte de la raza negra a la construcción de la nacionalidad cubana.
No faltarán defensores de mantener en pie la imagen del oprobio, para lo cual alegarán múltiples razones sin confesar su racismo, pero los ciudadanos que aspiramos a una Cuba democrática debemos ser firmes en nuestra demanda, la reivindicación exige reparación histórica, y la estatua es un estorbo, ofende.
Pero el retiro de una tarja y una estatua sería solo una medida contra un escarnio público, que a fin de cuentas se resolvería con un poco de buena voluntad y decencia, lo difícil, es que cien años después, el Estado cubano garantice la igualdad de oportunidades en el cuerpo diplomático pedida por los Independientes de Color en sus bases programáticas. Por lo visto en el acto de juramento de los últimos 32 embajadores de la República de Cuba, ocurrido el martes 17 de julio ante el Monumento a José Martí, el grupo podría pasar por diplomáticos europeos vestidos con guayaberas.
En el año del Centenario, está todo como al principio, aunque el oficialismo se de golpes en el pecho proclamando la victoria sobre el dragón de muchas cabezas que es el racismo; institucional, cultural, económico, étnico, religioso y laboral.
La unidad sin respeto a la diversidad en todos los órdenes, incluso en el orden de las ideas, no es democracia, una pretendida unidad sin libertad es la imposición de una voluntad superior que somete todas las demás voluntades y las asfixia, los últimos en la escala son absorbidos  y dejan de tener voz, de ahí que los blancos hablen por los negros de asuntos de negros, mientras los negros escuchan y asienten.

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