martes, 19 de febrero de 2013

Gracias por la Enseñanza.



  
Renunció el Papa Benedicto XVI. Según sus propias palabras, tiene demasiados años, la salud no lo acompaña y la responsabilidad sobre sus hombros es más de lo que puede humanamente llevar.
Sabia decisión de un hombre sabio, sin apegos a tronos ni glorias terrenales. Lo que pueda haber hecho por la Iglesia Católica y por la humanidad en general, queda para la historia; aciertos y errores, logros y tareas inconclusas.
Lo que no pudo hacer lo hará otro, mejor o peor, pero así es desde Pedro para acá, y aunque sea un puesto oficialmente vitalicio, no significa que sea eterno. Algún día la vida termina y como en esta ocasión, no hay porque esperar a que termine para hacer lo correcto antes de convertirse en un estorbo.
Debe servir de ejemplo a tantos enamorados del poder y la gloria, a los que se creen imprescindibles y a toda costa prolongan su estancia en altos cargos para los que alguna vez fueron elegidos o auto elegidos; pero que con el paso del tiempo son víctimas, como cualquier otro mortal, de pérdida de memoria, ideas fijas reiterativas, fanatismo, rencores, miedo a la muerte, desconfianza en los amigos, celos, acidez estomacal, estreñimiento, artritis, hipertensión arterial, pérdida de la visión, líbido baja e insomnio.
En realidad, el panorama es como para odiar a todo el mundo…, o retirarse en paz a criar gallinas y hacer cuentos a los más jóvenes de la familia. Los aferrados al poder están en el grupo de los que odian a los que piensan diferente, a las nuevas tecnologías, a lo moderno, a los cambios. Al final hacen más daño que bien y por eso el Santo Padre prefiere estar en el grupo de los que confían en los que vienen detrás. Dios juzgará.


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