Unidad, ¿a santo de qué?, desde que Cuba es Cuba, la unidad
no es algo que nos haya caracterizado. Cuando los patriotas camagüeyanos se
negaron a permitir el paso hacia el occidente de los patriotas orientales, quedaron
establecidas para todas las futuras generaciones de cubanos, los conceptos de
“lo mío primero”, “mejor cabeza de ratón que cola de león”, “el que no está
conmigo está en mi contra”, y así en sucesión infinita; las manías de grandeza,
los afanes caudillistas, el ánimo de lucro y demás vicios que lastran cualquier
idea de libertad.
En Cuba nadie se va a poner de acuerdo nunca, ni los
opositores entre sí, ni el gobierno con la sociedad civil, y ni siquiera los
que gobiernan se pondrán de acuerdo
entre ellos una vez que les falte el caudillo que los mantiene unidos a la
fuerza o por conveniencia.
No se puede culpar solo a la disidencia de que cada cual
para sacar la cabeza del agua hunda la del vecino, es parte de la cultura
nacional como la rumba o la pelota. Habrá que acostumbrarse a que aún cuando
vivamos en democracia, está será nuestra particular democracia con zancadillas,
chismes y pisos serruchados.
La deshonestidad y el
egoísmo gobernarán en Cuba quienquiera que sea el que esté al mando, lo mismo
podrá darse la voz de ¡al degüello!, que ¡sálvese el que pueda!, los únicos que
se van a dar banquete con el desmadre serán los periodistas, si los dejan,
porque siempre van a estar con nosotros personajes como los que están ahora y
los que están al acecho, los oportunistas del presente y los del futuro, la
misma mierda arribista con color político o sin color político.
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