martes, 14 de mayo de 2013

Periodismo y Sociedad




Sesiona en Cuba el IX Congreso de la Unión de Periodistas (UPEC), en medio de discursos, compromisos y reiteradas menciones a la necesidad del “más amplio y sincero intercambio de opiniones”, al decir del propio Presidente Raúl Castro. Pero… ¿Están dadas las condiciones en Cuba para que el sueño de un amplio y sincero intercambio de opiniones deje de ser la pesadilla que vivieron los 75 prisioneros de conciencia de la primavera del año 2003?
Más próximos en el tiempo tenemos los casos del intelectual Esteban Morales, criticado y sancionado por decir que la corrupción era el peor enemigo de la revolución; el del pintor Pedro Pablo Oliva, repudiado y castigado por emitir declaraciones críticas al régimen, el del intelectual Roberto Zurbano, separado del puesto que ocupaba en la Casa de Las Américas, por pronunciarse en el diario New York Times sobre el racismo imperante en la isla, y lo más descollante, el norteamericano Alan Gross fue sancionado a 15 años de prisión por regalar teléfonos con conexión satelital a un grupo de judíos.
Incluso en un tema en apariencia alejado de la política como el deporte, la censura que asfixia a la prensa oficial se hace sentir. Si no, ¿porqué no trasmitir por la televisión cubana partidos de béisbol de las Grandes Ligas norteamericanas, donde se juega la mejor pelota del mundo? ¿Por qué los periodistas y funcionarios relacionados con este deporte entran en pánico cuando se les pregunta sobre el tema y se niegan a decir una palabra sobre el asunto? ¿Por qué no se ha informado en los noticieros deportivos que Antonio Castro Soto del Valle, acaba de ganar un torneo de golf, deporte cuya práctica se ha desarrollado en nuestro país sin que los medios de difusión se den por enterados?
Es evidente que la culpa de que los órganos de prensa no participen del necesario debate público, no es de los periodistas, el origen de la auto censura está dado en la redacción de la Carta Magna de la República, y en incoherencias como atribuir a Martí la idea de crear un partido único, (sólo a un loco podría ocurrírsele crear dos partidos políticos a la vez). El Partido Revolucionario Cubano fue fundado para llevar adelante la guerra liberadora, y este era su único fin; terminada la guerra, sería disuelto para dar paso en la naciente república, al libre concurso de todas las tendencias políticas existentes.
La Constitución cubana, sin embargo, declara al Partido Comunista fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, esto quiere decir, que las ideas, decisiones y proyectos que no emanen o sean aprobados por este órgano supra estatal, no merecen ni siquiera ser discutidas, y aunque se reconoce el derecho de los ciudadanos a la libertad de palabra y prensa, el mismo se encuentra coartado hasta el punto de convertirse en una caricatura de derecho. Por el contrario, las ideas que gocen del visto bueno de la dirigencia histórica del partido, no pueden ser objeto de crítica, bajo la amenaza de ser considerado enemigo de la patria, de la revolución y del socialismo.
El Código Penal y su apéndice espurio, la Ley 88, penalizan la publicación o difusión por cualquier medio, de información  considerada peligrosa por los órganos de la seguridad del Estado. En un país donde los gobernantes y su partido quedan exceptuados del escrutinio público, es cínico pedir el libre ejercicio de la crítica y el intercambio de opiniones.
Para mantener sus puestos, periodistas y funcionarios tendrán buen cuidado de dirigir sus críticas al imperialismo, a los disidentes, a los vendedores por cuenta propia, a los campesinos que no siembran lo que se les ordena y hasta a la naturaleza, que unas veces porque llueve mucho, y otras porque no, provoca el incumplimiento de los planes de producción diseñados con tanto esmero desde el Comité Central.


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