martes, 9 de julio de 2013

Los Rosenberg, Manning, Snowden, Aspillaga y Borges.



El espionaje se ha puesto de moda. Ocupación tan antigua como  la prostitución, es, como esta, celebrado por unos y criticado por otros, según el lado que ocupen en la ecuación. Héroes, villanos, patriotas o traidores, de todo un poco, de James Bond a Mata Hari, a veces no se sabe con certeza dónde empieza o termina la ficción.
En 1953, casi finalizada la Guerra de Corea, los esposos Ethel y Julius Rosenberg fueron detenidos, enjuiciados y ejecutados por espiar a favor de la Unión Soviética. Acusados de facilitar información vital a la potencia extranjera para fabricar la bomba atómica y con ello, quitar la hegemonía nuclear a los Estados Unidos de Norteamérica, la patria de la pareja.
Las fuerzas de la izquierda a nivel mundial lanzaron una campaña en defensa de la inocencia de los esposos que todavía hoy, a 60 años de los hechos, insisten en sostener a pesar de que en 1990, al publicarse las memorias de Nikita Kruschev, pudo verse como este alaba al matrimonio por su “muy significativa ayuda en acelerar la producción de nuestra bomba atómica”. En 1995, después de terminada la Guerra Fría, investigaciones realizadas demostraron que en efecto, Julius Rosenberg hizo labor de espionaje a favor de la Unión Soviética.
Los Rosenberg, o más bien Julius, como todo espía, sabía lo que arriesgaba y aun así lo hizo. Su esposa fue una víctima de los odios que se generan por razones políticas e ideológicas y que consumen con sus llamas a países enteros.
Manning y Snowden, por su parte, no son los espías clásicos, son reveladores de secretos que han puesto en peligro la seguridad de su país en un quimérico afán  de hacer justicia o en un personal deseo de venganza a la vez que de satisfacción del ego, sin medir el daño que podrían causar con su acción. Está bien lo de ir en contra de los poderes establecidos por defender supuestos principios, pero el que lo hace debe también estar dispuesto a asumir las consecuencias.
En Cuba se han dado casos de espías que en algún momento hicieron crisis de fe, uno de ellos, Aspillaga, fue objeto de un atentado  organizado y ejecutado por la Seguridad del Estado cubana en un país europeo, como represalia por haber hecho pública una lista de agentes de la Inteligencia destacados en diferentes países. El otro, Ernesto Borges, ni siquiera llegó a pasar información, solo lo intentó, y por eso, cumple en estos momentos  30 años de cárcel.
Durante todos los años  que lleva Borges en prisión, sus amigos, familiares y defensores de los derechos civiles, han abogado por el trato justo al reo, la atención médica y hospitalaria, y el cumplimiento del Reglamento de Cárceles y Prisiones; de acuerdo con las leyes cubanas, cometió un delito y a nadie se le ha ocurrido pedir la libertad o reclamar la inocencia del ex oficial de la Contra Inteligencia.
Para los antinorteamericanos,  toda acción que vaya en detrimento de los Estados Unidos, está justificada;  locos, delincuentes, fanáticos y terroristas, se convierten en héroes para comunistas frustrados, envidiosos y otras malas hierbas que pueblan el planeta. Para estos personajes, lo de las Torres Gemelas fue una autoagresión planeada por el Gobierno norteamericano o un castigo divino, y los que ayudaron con su información al derribo bestial de las dos aeronaves de Hermanos al Rescate, son inocentes ciudadanos que querían evitar  el bombardeo del Malecón habanero con peligrosas hojitas de papel.










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