martes, 27 de agosto de 2013

Cercanas Realidades. Injusticia y Racismo.



El tema de la racialidad, o por mejor decir, el tema del racismo en Cuba, es uno que nada tiene que ver con capitalismos o socialismos y mucho menos con  siniestros intereses de persona alguna. Este drama, que no es un simple tema, fue ignorado en la Cuba republicana con los mismos argumentos que hoy en día esgrimen el gobierno y la prensa oficial cubana; el peligro de la desintegración del cuerpo de la nación. Quiere decir esto que la lucha contra la discriminación racial en Cuba no es algo que esté de moda, sino que data de siglos.
Aunque el gobierno de turno se preste en ciertas circunstancias coyunturales a emitir un discurso conciliador y tomar medidas más bien tibias. Para nada incomoda que en la televisión nacional se vean cada vez más rostros de tez oscura, o que haya aumentado el número de representantes de la raza negra en los órganos del Poder Popular, esto se puede considerar un logro de la lucha que llevan a cabo desde hace muchos años los miembros de la sociedad civil no reconocida por el régimen, pero que así y todo existe.
Errores, carencias –sobre todo de libertad- y horrores, han plagado el camino de la solución a problemas no tanto heredados, sino reasumidos por la nueva sociedad que ya es vieja y achacosa. Bajo la égida de un partido político excluyente que no acaba de encontrar la solución al racismo, ni a la improductividad de los campos, ni a las villas miseria, ni a la baja industrialización, ni a la grosería y la mala educación imperantes; la unidad nacional a ultranza es un atentado contra los ideales de José Antonio Aponte, Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet y los miles de hombres negros masacrados en 1912.
Si el racismo, como alguien dijo, “es una naturalización de la desigualdad entre las personas”, en Cuba sobran las condiciones para que este mal perdure. La sociedad igualitaria promovida por los comunistas fracasó hace mucho tiempo y mientras las personas de raza blanca continúen como los máximos beneficiarios del poder económico y político, los de raza negra seguirán en espera de que alguien se acuerde de ellos tranquilos, en silencio, sin pronunciarse para que no los acusen de enemigos de la unidad y del socialismo.
El discurso ambivalente de los gobernantes cubanos y sus portavoces, plantea que hay que decirlo todo para poder superar lo mal hecho, pero el que lo haga debe asumir las injurias oficialistas y aceptar que a fin de cuentas, las cosas van a seguir así de mal porque el  socialismo como sistema es más importante para ellos que los cubanos como seres humanos y Cuba le pertenece a un grupúsculo de ancianos y advenedizos que se encargarán de que nada cambie.

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