martes, 1 de octubre de 2013

Realidades Cercanas. Injusticia y Racismo.



El tema de la racialidad, o por mejor decir, el tema del racismo en Cuba, es uno que nada tiene que ver con capitalismos o socialismos y mucho menos con  siniestros intereses de imaginarios enemigos del país. Este drama, que no es un simple tema, fue ignorado en la Cuba republicana con los mismos argumentos que hoy en día esgrimen el gobierno y la prensa oficial cubana; el peligro de la desintegración del cuerpo de la nación. Quiere decir esto que la lucha contra la discriminación racial en Cuba no es algo que esté de moda, como alguien  a todas luces desconocedor de la historia ha dicho, sino que data de siglos de justicia postergada.
Aunque el gobierno de turno se preste en ciertas circunstancias coyunturales a emitir un discurso conciliador y tomar medidas más bien tibias. Para nada incomoda que en la televisión nacional se vean cada vez más rostros de tez oscura, o que haya aumentado el número de representantes de la raza negra en los órganos del Poder Popular, estos se pueden considerar logros de la lucha que llevan a cabo desde hace muchos años los miembros de la sociedad civil no reconocida por el régimen, pero que así y todo existe.
Errores, carencias –sobre todo de libertad- y horrores, han plagado el camino de la solución a problemas no tanto heredados de la colonia y la etapa republicana, sino reasumidos por la nueva sociedad que ya es vieja y achacosa. Bajo la égida de un partido político excluyente que no acaba de encontrar la solución al racismo, ni a la improductividad de los campos, ni a las villas miseria, ni a la baja industrialización, ni a la grosería y la mala educación imperantes; la unidad nacional a ultranza es un atentado contra los ideales de José Antonio Aponte, Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet y los miles de negros masacrados en 1912 en aras de la unidad y la soberanía de la nación.
Si el racismo, como alguien dijo alguna vez, “es una naturalización de la desigualdad entre las personas”, en Cuba sobran las condiciones para que este mal perdure. La sociedad igualitaria promovida por los comunistas fracasó hace mucho tiempo y mientras las personas de raza blanca continúen como los máximos beneficiarios del poder económico y político, los de raza negra seguirán en espera de que alguien se acuerde de ellos, pero sin pronunciarse, para que no los acusen de enemigos de la unidad y del socialismo.
El discurso ambivalente de los gobernantes cubanos y sus portavoces, plantea que hay que decirlo todo para poder superar lo mal hecho, pero el que lo haga debe asumir las injurias, amenazas y persecución oficialistas y aceptar que, a fin de cuentas, las cosas van a seguir así de mal porque el  socialismo como sistema es más importante para ellos que los cubanos como seres humanos y Cuba le pertenece a un grupúsculo de ancianos y advenedizos que se encargan de que nada cambie.


(Publicado en Primavera Digital)

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