martes, 1 de octubre de 2013

Vivir la Pesadilla.


Este 28 de agosto se conmemoró medio siglo de la Marcha por los derechos civiles sobre Washington, medio siglo del discurso del Dr. Martin Luther King Jr. conocido en el mundo entero por la frase que aún resuena como el doblar de una campana de iglesia llamando a los fieles, “Yo tengo un sueño”.
En esta ocasión, la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, convocó a la celebración a un grupo tan heterogéneo de personas que parecía imposible que se hubiera logrado; clérigos, intelectuales, artistas, periodistas, opositores al gobierno, amigos del gobierno, mantenidos por el gobierno y agentes del gobierno, racistas y antirracistas, homosexuales, y homofóbicos, todos revueltos saludándose, tolerándose, y hasta odiándose cordialmente.
A pesar de todo, o quizás gracias a todo, reinó la armonía, aunque como en cualquier festejo, siempre hay detalles que se salen del programa, y en este caso el detalle estuvo en la respuesta a los discursos. Fueron poco aplaudidos; ni el de Luther King, ni el de Leonardo Calvo, ni el del Jefe de la sede diplomática señor John Caulfield, ni el de Barack Obama, parecieron causar demasiado entusiasmo entre los asistentes, como si el tema de la  desigualdad  racial fuera algo poco importante o demasiado penoso para ser hablado en público.
A los cubanos les queda una larga marcha para resolver sus problemas; en primer lugar, ese ajiaco de personalidades demostró que nadie es tan  importante como pueda pensar de sí mismo, ni tan insignificante como puedan creer los demás. En segundo término, el camino a la democratización de Cuba pasa necesariamente por la solución legal, moral y material del capítulo discriminación racial, mal que les pese a algunos, y no a la inversa.


(Publicado en Primavera Digital)



No hay comentarios: