martes, 3 de diciembre de 2013

Tradiciones. ¿Truco o Trato?


A fines de los años 60 del siglo pasado, la máxima dirección de la Revolución Cubana decidió que las fiestas navideñas, los Reyes Magos y la Semana Santa, no formaban parte de las tradiciones cubanas, por lo que se hacía necesario instituir por decreto nuestras propias tradiciones. Ni la historia del país ni la cultura legada por los ancestros, eran importantes, lo importante era la zafra del 70 y la mente infalible del líder supremo.
De golpe y porrazo nos quedamos sin Nochebuena, ni Reyes Magos, ni vacaciones de Semana Santa ni verdaderos carnavales. La celebración luctuosa festiva por el asalto nocturno, alevoso y sangriento al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, lo resumiría todo. Pa’lante y pa’lante, y al que no le guste que tome purgante.
Hoy asistimos con horror a la celebración de otras tradiciones que nunca antes tuvieron nada que ver con Cuba y los cubanos. ¡En Cuba se celebra el Halloween!, o como se le conoce en la lengua de Cervantes, la Noche de Brujas.
Esta fiesta de origen celta que se practica en Norteamérica, Irlanda y el Reino Unido, y sin antecedentes en alguna otra parte del mundo, ha llegado a Cuba como la gripe, poco a poco y sin avisar, como si fuera un resfriado pasajero pero que amenaza con convertirse en una peligrosa epidemia. Ya hay escuelas y otros círculos donde los dulces y disfraces divierten a los niños y preocupan a los padres por lo costoso del asunto, aunque la mayor preocupación debe ser conseguir las dichosas calabazas.
Se podría considerar esto otro logro de la Revolución que fue verde olivo en sus orígenes, roja después y rosada en la actualidad. Un producto del chovinismo marxista, el antiamericanismo absurdo y la ruptura con la historia y la cultura nacional anterior a enero de 1959. La pérdida de identidad se une a la de los valores morales y cívicos y las nuevas generaciones ignoran quienes o qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, si es que vamos a alguna parte.
Es necesario recomponer el país, y si para eso debemos regresar a las fiestas, tradiciones y buenas costumbres de tiempos idos, que así sea, sin trucos ni malos tratos.


Publicado en Primavera Digital

Que Cese la Injusticia



Es inspirador escuchar al Canciller cubano declarar sin sonrojarse que “El bloqueo es un acto inculto que impide el libre movimiento de las personas, el flujo de la información, el intercambio de ideas…”, así como que “Habría que hacer prevalecer el diálogo, la negociación…”. Parece hasta mentira que este mismo personaje sea el representante de un gobierno y partido que criminalizan el flujo de información independiente y el intercambio de ideas que no les son afines.
Deberían mirar hacia adentro de Cuba y ver que lo mismo que reclaman del gobierno estadounidense, lo reclaman los cubanos  desde enero de  1959. Este es el centro de todas las discrepancias, y los Estados Unidos, en su relación con el gobierno cubano, reproducen  la situación a que se ve sometido el pueblo de la isla por sus gobernantes.
Es una relación de mimetismo político. Si la Constitución cubana restringe hasta casi hacer desaparecer cualquier vestigio de derechos civiles y políticos, y el Código penal criminaliza las libertades de expresión, reunión, asociación y manifestación, ¿de qué se queja Bruno? El régimen cubano exige un trato igual como representantes de un país soberano, pero, ¿dónde radica la soberanía, en el pueblo o en sus gobernantes?, ¿y si el pueblo no puede ejercer libremente sus derechos soberanos, hay soberanía?
Parafraseando al Canciller, el gobierno cubano debe estar dispuesto a avanzar hacia la normalización de las relaciones con los cubanos que piensan diferente  y establecer un diálogo serio, constructivo, en condiciones de igualdad y pleno respeto al sentido de independencia y soberanía que les corresponde, sin descalificaciones ni condicionamientos ofensivos y humillantes. Libertad es lo único que necesitan los cubanos para desarrollar el país y dejar atrás la bazofia ideológica que ha provocado tanta miseria.



Publicado en Primavera Digital 

Batidos en Duelo por el Lactosoy.



Dos lectores del diario Granma se han liado en una divertida discusión sobre los méritos y deméritos del humilde, desagradable y racionado Lactosoy, producto que por su nombre debe estar compuesto de harina de soya y leche en no se sabe qué proporciones, y que por su gusto y textura no se parece a nada conocido.
Las cartas de estos lectores son sinceras y antagónicas, aunque no irreconciliables. Ambos ancianos tienen razón; el Lactosoy es decididamente repugnante al paladar, insoluble, y  anti coagulable, pero también es la única opción que tiene la mayor parte de los ancianos cubanos de acceder a algo que contenga leche, aunque sea en cantidades mínimas.
El precio de un kilogramo de leche en polvo en las tiendas en divisas asciende a 5.75 CUC, es decir, el equivalente a 143.75 pesos cubanos de los que se usan para pagar la pensión a los jubilados. De ahí el gemir del señor S. L. Velázquez cuando pide a la empresa productora del susodicho alimento, y a la empresa encargada de su distribución, que no tengan en cuenta la opinión del señor S. Menéndez, no vaya a ser que en lugar de mejorar la calidad saquen de circulación el producto y tanto él como otros miles de cubanos mayores de 65 años, se queden sin desayunar o al menos con la idea de que lo hicieron.
En cuanto al subsidio del producto por parte del Estado, alguien debe decir al señor Velázquez que lo que el Estado le da, ya se lo cobró antes en el salario miserable que le pagó durante su vida laboral y en la pensión también miserable que devenga en la actualidad.
En un país cuyo gobierno se precia de la excelente atención a las personas de la tercera edad, es un bochorno que  al final de sus vidas dos abuelos se enzarcen en una discusión bizantina acerca de la indignidad del Lactosoy, ya sea con sabor a plátano, fresa o chocolate.


Publicado en la Primavera Digital