martes, 11 de marzo de 2014

Sin Pan Ni Paraíso.

 Publicado en PD

Cuenta la historia que los hombres, al no poder explicarse los fenómenos naturales que los afectaban a diario, comenzaron a atribuirlos a seres sobrenaturales que manejaban los acontecimientos a veces con arreglo a leyes y otras un poco caprichosamente. La creencia en la existencia de un Dios, o dioses, acompañó al hombre desde sus orígenes más remotos. De una forma natural se dio cuenta que nada ocurría por gusto o de casualidad, que todo obedecía a leyes que él mismo podía utilizar pero no cambiar.
Con la llegada de las ideas materialistas y la negación de Dios como ser supremo, algunos buscaron  la respuesta a sus interrogantes en las ciencias, la filosofía, la economía o la política. Entre estos, entrados ya en la modernidad del siglo XIX, aparecieron los marxistas, con un despliegue exuberante de la imaginación que les permitió reunir en una masa heterogénea; corrientes filosóficas de la época, doctrinas económicas, el darwinismo como último grito de las ciencias naturales, y mucho odio.
El cristianismo fue, junto a los ricos, el objetivo principal de la nueva cruzada. Pertrechados  con el Manifiesto Comunista como evangelio y El Capital como biblia, los comunistas, máxima expresión del materialismo,  irrumpieron en el escenario mundial como una religión más, haciéndose poco a poco de su propio panteón de santos y mártires, sus lugares de peregrinación y hasta sus propios dogmas eclesiásticos y normas de derecho canónico.
La nueva religión, se ha aprovechado de la falta de espiritualidad del hombre moderno y su deseo de satisfacer los apetitos más egoístas aquí y ahora. Con el comunismo todo el mundo se convierte en “hermano lobo” en busca de la felicidad terrenal y cualquier medio queda justificado. El problema consiste en que cuando ya se ha despojado  a los ricos de todo lo que tenían, los pobres son aún más pobres.

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