Existen dos delitos en que las víctimas se consideran tan responsables de haberlo provocado, como el mismo victimario. De ahí que en múltiples ocasiones se nieguen a denunciar al criminal y aún más, lo justifican como si formaran parte de un mismo equipo. La violación y la estafa son estos dos delitos.
Por las características de las condiciones que rodean este tipo de hechos, la víctima siente una mezcla de vergüenza propia y ajena, responsabilidad compartida, y una profunda apatía que le impide rebelarse ante la injusticia.
En la política cubana podemos ver cómo la ciudadanía se rebeló de manera casi unánime contra el golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. Era evidente el robo, brutal y descarado el atropello a las libertades ciudadanas, y Batista fue condenado por la sociedad en pleno, no sólo por Fidel Castro, el cual hábilmente monopolizó las ansias de justicia del pueblo.
La llamada revolución cubana triunfante el 1º de enero de 1959, le sirvió a Fidel Castro como instrumento idóneo para encubrir sus verdaderos objetivos. Y así empezó, al decir de Eudocio Rabines, la gran estafa.
El pueblo creyó en un líder carismático, que se había presentado a sí mismo como un demócrata, defensor a ultranza de los derechos civiles y políticos reconocidos en la Constitución de la República de 1940.
Junto con las primeras medidas de carácter populista, vinieron las expropiaciones, el no reconocimiento de derechos ganados por los trabajadores y estudiantes después de largos años de lucha civil, lo cual fue otro tipo de expropiación, la banca, la prensa, las tierras, las industrias, los inmuebles, el país entero pasó a ser patrimonio de un solo hombre que rápidamente desvió la atención de la opinión pública nacional e internacional hacia una multitud de enemigos, algunos reales y con sus razones, otros inventados a conveniencia.
La burguesía cubana se dejó embaucar, y de buena gana colaboró con el desastre que se avecinaba. Esta contribución fue influida en alguna medida por la condición de mestizo y origen humilde del anterior tirano, por lo que aquella burguesía blanca apostó por el blanco descendiente de español y de origen burgués. El campesinado asistió entusiasta a una reforma agraria, que medio siglo después se comprueba que nunca fue más que otro engaño, un acto de magia en el que parecía que se daba lo que nunca se dio. Si no es así, ¿de dónde salieron las tierras estatales que hoy están ociosas?
Los primeros en darse cuenta de la estafa, abandonaron rápidamente el país con una mano delante y la otra atrás, otros, en su gran mayoría excombatientes contra Batista, se alzaron en las montañas del Escambray. Miles, se han rebelado cada día de estos 52 años sufriendo persecuciones, cárcel, destierro y fusilamientos.
Pero otros, por desgracia la mayoría, no se atreven a levantar la voz contra el estafador porque se consideran parte indisoluble del proceso, están moralmente comprometidos y este comprometimiento es parte de la estafa. Aún entre muchos emigrantes es evidente su renuencia a pronunciarse en contra del régimen que han dejado atrás. Llegan incluso a falsear la verdad cuando dicen que no son emigrantes políticos, sino económicos, como si pudiera separarse el desastre económico cubano de la falta de libertades de todo tipo.
Aunque haya sido estafado y violado, el pueblo cubano debe saber que tiene derecho a denunciar el crimen, que no es responsable de lo ocurrido, que no es cómplice, sino víctima, aunque le de vergüenza admitirlo.
El gobierno cubano, el partido comunista, el congreso del partido comunista y el primer secretario del partido comunista, no tienen nada que ofrecer, porque nada tienen, el pueblo es quien produce, mucho o poco, pero es el pueblo y no un grupúsculo de ancianos sin ideas y sus seguidores oportunistas. Están de más hace rato, ya la estafa les dio todo lo que iba a dar.
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