La fundación del Partido de Martí, obedeció a una necesidad histórica, con el fin de superar los errores que dieron al traste con la gesta libertaria del 68, y no con el ánimo de someter a la futura república a una dictadura monopartidista dirigida por un caudillo inepto.
Martí nunca fue marxista, todo lo contrario, fue amante de la democracia y las libertades y derechos que esta conlleva. El Partido Revolucionario Cubano fue concebido en un ambiente de democracia que sólo podía brindar los Estados Unidos de América; ni en México, Argentina o Guatemala, donde conoció otras tantas dictaduras, hubiera sido posible desarrollar la labor aglutinadora y democrática que llevara a cabo desde el país del norte.
Según el propio Apóstol de nuestra independencia:
“Viene bien que el que ejerza el poder sepa que lo tiene por merced y por encargo de su pueblo, como una honra que se le tributa y no como un derecho de que goza”.
“Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido”.
“La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”.
“En pueblos como en hombres, la vida se cimenta sobre la satisfacción de sus necesidades materiales”.
“Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye”.
“Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios”.
“La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante, es proposición, estudio, examen y consejo”.
“Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para mantenerlas”.
“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.
“La tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”.
“Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
De acuerdo con sus palabras y sus actos, nuestro Martí hubiera sido uno de los alzados de la sierra del Escambray, o cualquiera de los numerosos presos políticos que a lo largo de más de medio siglo han padecido en las cárceles cubanas, o uno más de los 75 de la Primavera Negra del 2003, o quizás algún periodista independiente de los que le amargan la vida al tirano.
Todo, menos panelista de la Mesa Redonda, espía desempleado o diputado sin voz en la Asamblea Nacional. “No hay espectáculo, en verdad más odioso, que el de los talentos serviles”.
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