“Mejor es confiar en Jehová
Que confiar en príncipes” Salmo 118:9
Ahí están, sonrientes, orgullosos de sostener una reunión nada menos que con Esteban Lazo, parecen un grupo de dóciles militantes del Partido Comunista de Cuba que acaban de aprobar algún lineamiento, o dado su apoyo a otra de las tantas tareas sin importancia que la revolución les ha asignado. Pero no, son líderes religiosos, creyentes en Dios, Jehová, Jesucristo, Buda, Alá, Mahoma, Olofi y también en Lenin, Marx, Engels y Fidel Castro.
Cómo se come este ajiaco, nadie puede explicarlo. Hasta donde sé, el comunismo es ateo por definición, científico, materialista, y opuesto a toda creencia en Dios, el alma, otra existencia después de ésta terrena, y cualquier cosa que no sea la lucha despiadada por la supervivencia sin más apoyo que las propias manos. Su himno de batalla, La Internacional, lo dice en una de sus estrofas “…ni César, ni burgués, ni Dios…”.
Para los comunistas, La Biblia es un libro de cuentos hecho por hombres habilidosos para someter a tontos crédulos, Dios es un invento de los hombres del cual se han servido tradicionalmente las clases explotadoras para infundir miedo y falsas esperanzas, el Paraíso no existe, la religión es el opio de los pueblos, en el cielo sólo hay estrellas y planetas, el mundo se hizo a sí mismo y el hombre desciende de un tipo de mono del que la ciencia no acaba de dar pruebas, pero que se supone feo y peludo como cualquier otro mono.
Decenas de años de persecución a los religiosos, enseñanza ateizante desde la edad preescolar, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, expropiaciones a las iglesias, expulsión de curas, cierre de centros de enseñanza cristianos, estigmatización de los Testigos de Jehová, publicaciones como la revista “El Militante Comunista”, donde se adoctrinaba sobre como erradicar la fe religiosa en las presentes y futuras generaciones de cubanos, y demás horrores que llevaron a que Cuba se convirtiera en la Albania del Caribe.
Cuando los comunistas cubanos se dieron cuenta que se habían quedado solos, decidieron cambiar a conveniencia y atraer a la gran masa de creyentes que no comulgaba con el ateísmo, o lo hacía con doble moral que es como decir con ninguna. De pronto, los verdugos y persecutores se convirtieron en hermanos de los perseguidos por mandato del que todo lo decide en Cuba, y los comunistas, materialistas y anticristianos sinceros, se vieron compelidos a aceptar el disparate filosófico de que un ateo científico pueda creer en Dios y un cristiano practicante pueda pertenecer al Partido Comunista.
Las sonrisas y abrazos del Miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista con los líderes religiosos, puede significar el fin de la independencia de las iglesias con respecto al estado, la destrucción de las instituciones eclesiásticas desde adentro, utilizando “Caballos de Troya” sonrientes, fariseos de nuevo tipo al servicio del Partido Comunista y el Departamento de Seguridad del Estado (G-2).
La llamada unidad del gobierno cubano con las instituciones religiosas, es cuando menos, sospechosa. ¡Viva la unidad!, dice el lobo a las ovejas, mientras se afila los colmillos.
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