Parece que todo no va a ir más allá de una
exhibición de músculos, la diplomacia montada en portaviones de Obama ha dado
frutos, por ahora. A la propuesta del Secretario de Estado norteamericano de
que el golpe militar podría evitarse si el dictador sirio entregaba las armas
químicas, el Kremlin se apuró a recoger la señal y el gobierno sirio encontró
la puerta por la que salir con un poco más de tiempo y algo de dignidad.
Una guerra nunca es deseable, pero la posición
del Presidente norteamericano dejó establecido con total claridad que los
abusos genocidas de un gobernante contra su propio pueblo, no pueden ampararse en los tan
llevados y traídos principios de la soberanía y la libre determinación, ambos
preferidos por las dictaduras izquierdistas, árabes y otras hierbas que ni los
chivos se comen.
A nadie se le ocurriría alegar que ni los
vecinos, ni la policía pueden penetrar en una casa para detener la golpiza que el
cabeza de familia le propina con todo entusiasmo a la madre de sus hijos en
presencia de estos, solo porque la casa está a su nombre y el los mantiene. Lo mismo pasa con Bashar
Al Assad y otros, que ahora lo pensarán dos veces antes de hacer lo mismo.
Mientras los sirios eran masacrados en las
calles durante más de dos años, Rusia, China y algunos gobernantes de América
Latina y otras regiones del mundo, hicieron silencio, o culparon a los que
caían por alzarse contra la tiranía. Nadie veía los crímenes, esos muertos no
eran importantes para los amigos de Al Assad. Ahora sí, están preocupados
porque Estados Unidos decidió poner fin
a la carnicería aunque tenga que ser por
la fuerza que es el único lenguaje que entienden algunos.
(Publicado en Primavera Digital)