martes, 24 de septiembre de 2013

Por fin, ¿qué se celebró?

 

Los jóvenes fueron convocados a guarachear con derroche de decibeles en el Malecón habanero. En medio de una confusión de eventos donde  algunos adoraron a Ochún, la santa diosa de los más liberales en lo que a impulsos sexuales se refiere; otros celebraron por todo lo alto el encarcelamiento de los cinco espías, que se estarán preguntando a estas horas por qué los jóvenes en Cuba estaban tan alegres mientras  ellos siguen presos; el golpe de estado a Salvador Allende en Chile y  la aciaga fecha del derribo de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York también fueron celebrados en la misma estruendosa y televisada  festividad.
¿Se habrán vuelto locos los organizadores de semejante disparate?, o ¿es que en este país ya no hay lugar para la sensatez y todos los esfuerzos se vuelcan en demostrar que la alegría, el buen humor y la música acompañarán a los cubanos por más luctuosas que sean las circunstancias? Tenían razón entonces los organizadores de aquella fiestecita que entre tragos y risas esperaban la muerte del jefe supremo, mientras hacían planes para la sucesión.
Al pueblo pan y circo, diría el emperador romano, y a falta de pan suficiente, pues, más circo. Entre conmemoraciones y discursos ha transcurrido la vida de cuatro generaciones de cubanos, ya los discursos están agotados, pero quedan las marchas por la victoria, las celebraciones de  efemérides y la inalcanzable zanahoria socialista.
Para los gobernantes cubanos sería bueno que los Juegos Olímpicos y los Campeonatos Mundiales de cualquier deporte fueran anuales, y la serie nacional de pelota durara once meses, la televisión y las fiestas populares son drogas que no permiten el uso adecuado del cerebro a gran cantidad de personas que prefieren enajenarse a buscarse problemas, y se visten de amarillo cobarde para no señalarse.


 (Publicado en Primavera Digital)

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