¿Se podrá vivir alguna vez en una Cuba reconciliada, sin odios ni rencores, donde no se persiga ni se escriban diatribas contra los que piensan diferente? Parece ser que los cubanos estamos por llegar al punto de inflexión en que habrá que olvidar el pasado, o al menos los horrores mutuos de ese pasado y comenzar a reedificar la democracia trunca.
Ya el Apóstol nos advertía sobre los peligros de todo tipo que enfrentaría la nueva república: Norteamérica, las ideas socialistas, nuestros caudillos autóctonos herencia de la madre patria, las divisiones internas, los ambiciosos y parásitos de toda laya que hoy como ayer pululan en nuestras instituciones. Con semejante lastre no hay país que avance y las causas deben buscarse antes que todo aquí dentro.
La práctica de buscar culpables ajenos es bíblica. Adán fue el primero cuando le dijo al mismísimo Dios que la fruta prohibida se la había dado a probar nada menos, que “… la mujer que me diste…”, esta a su vez, al no tener a quien culpar, echó mano a la serpiente, cosa que en realidad el Padre Celestial no debe haber tomado en serio.
Los atrincheramientos doctrinales o de cualquier tipo, socavan la capacidad de maniobra. En el caso de los políticos, se desgastan inútilmente entre sus miedos y ambiciones personales, entre sus rencores y compromisos adquiridos, convertidos en rehenes de si mismos.
Es responsabilidad del gobierno cubano preparar el país para una transición pacífica hacia la democracia como prometió el propio Fidel Castro en “La Historia Me Absolverá”: “El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya solución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”.
Sentarse a conversar con cubanos de cualquiera de las tendencias políticas existentes dentro de la isla, sería un buen gesto para empezar a rellenar trincheras y tumbar muros, a la vez que una verdadera demostración de fuerza y respeto por los que se quedaron. Quizás sea mucho pedir, pero a lo mejor todavía no se ha hecho demasiado tarde.
hildebrando.chaviano@yahoo.com
http://hchaviano5.blogspot.com
http://www.twitter.com/@hildebrandoch
No hay comentarios:
Publicar un comentario