Creo que fue el Generalísimo Máximo Gómez, buen conocedor de este pueblo, quien en una ocasión dijo que “el cubano, o no llega, o se pasa”. De ser un país de pleno empleo sin asomo de actividad económica privada, Cuba se convierte de la noche a la mañana en el paraíso del buscavidas, del merolico, del trapicheo, y de cualquier otra fuente de “trabajo” que el gobierno revolucionario prohibió, persiguió y vilipendió por ser considerados indignos, peligrosos para la imagen del régimen y contrarios a la moral socialista.
Desde que se les acabó el subsidio soviético, los dirigentes de la revolución se halan los pelos sin saber que hacer con un país que nunca han sabido gobernar. La llamada economía socialista es un fracaso, a nadie le caben dudas, los que secuestraron la revolución se ven ahora obligados a reinventar el capitalismo pero a su manera; la tasa de desempleo se monta en más de un veinte por ciento, pero no hay derecho a protestar los despidos, los precios de todos los productos suben como el humo, aumentan los impuestos y desaparecen rápidamente los beneficios sociales ahora considerados gratuidades inmerecidas.
La “solución” que se inventan nuestros ineptos líderes, es hacer recaer sobre el pueblo el peso de las calamidades creadas por ellos mismos durante más de medio siglo de borrachera populista. Que Dios se apiade de Cuba, porque habrá más miseria que la ya existente, más delito y más violencia, revolucionaria y de la otra.
Si la nueva versión de la justicia socialista es autorizar la recogida de materias primas o los trabajos de servidumbre, para cobrarles impuestos a los infelices obligados a realizarlos, es que ya no pueden ocultar su verdadero rostro, son una manada de lobos pastoreando ovejas y ya no tienen a quien más despojar.
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