Entre las tareas que cumplió el Día de la Defensa según el Noticiero de la Televisión Cubana, está, nada más y nada menos, que el impedir a la llamada contrarrevolución, como les gusta nombrar a los castristas a los opositores al régimen dictatorial, asaltar los centros comerciales y almacenes en actos de vandalismo que no forman parte de las ideas y la manera de actuar de la disidencia cubana.
Es de sobra conocido, que los revolucionarios, militantes del Partido Comunista de Cuba y fidelistas a toda prueba, son los que cada vez con más frecuencia, se ven enredados en hechos de malversación, robo, desfalco, soborno, tráfico de influencias, evasión fiscal, cohecho y lavado de dinero. Estos asaltantes del erario público llevan más de medio siglo medrando de lo poco o mucho que el pueblo produce, apoltronados en sus cargos de dirección donde devengan salarios que no necesitan gastar porque gozan de gratuidades que les son negadas a los trabajadores.
Si el régimen teme asaltos a centros comerciales y almacenes, no van a venir estos de la disidencia, sino de la gran masa de pueblo hambreado que en cualquier momento, sin saber nada de capitalismo, socialismo, democracia o dictadura, tomará la decisión de ajustarles cuenta a los depredadores que los obligan a vivir en la pobreza, y a robar para resolver sus más ingentes necesidades.
La delincuencia de la que hay que tener cuidado, es de la de cuello blanco; la dirigencia política, administrativa y militar del país. El resto pueden ser vándalos o delincuentes de poca monta que no tienen nada que ver con los opositores políticos, y sí mucho con el hombre nuevo forjado a la sombra del Che y de Fidel. Recordar a Carlos Lage, Roberto Robaina, Felipe Pérez Roque, Luis Orlando Domínguez, Rogelio Acevedo, Juan Carlos Robinson y José Abrahantes. Todos ellos tan indignos de degustar las mieles del poder como el que se adueñó de la colmena.
Al parecer el gobierno cubano prepara a la opinión pública para dar un zarpazo a la disidencia y que el pueblo cubano y el mundo, se traguen el cuento chino de que los luchadores por la democracia son delincuentes comunes que asaltan y roban. Se repite una vez más la campaña de descrédito a que acostumbra el régimen cuando las cosas se les ponen feas. Algo así como el ladrón gritando -¡Ataja!
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