Lo que ocurre con el equipo cubano de beisbol se veía venir hace mucho tiempo, por encima de posiciones triunfalistas, slogans y exhortaciones como aquella de “con el escudo o sobre el escudo”, remedo de poses espartanas que en el mundo moderno suenan cuando menos, ridículas.
La politización absoluta de la sociedad cubana ha traído el caos, utilizar el deporte supuestamente amateur como medio de propaganda, para demostrar al mundo la superioridad del sistema socialista, fue uno de los tantos horrores cometidos por el líder de la Revolución a lo largo de medio siglo.
Para favorecer el deporte de alto rendimiento se cambió el sentido de los Juegos Escolares y, de competencias entre escuelas del sistema nacional de educación, se convirtieron en campeonatos elitistas donde solo participan alumnos de las Escuelas de Deportes de alto rendimiento. La masividad fue sacrificada en aras de medallas y gloria internacional, sobre todo, para la satisfacción del ego del máximo líder.
Que otra cosa se podía esperar si no, que las instalaciones deportivas construidas antes o después de 1959, y atendidas por los Consejos Voluntarios Deportivos, fueran abandonadas y convertidas en ruinas, donde algunos profesores tozudos se afanan en lograr ciertos resultados intrascendentes que no interesan ni al gobierno ni al Partido Comunista.
Ningún deporte ha escapado del desastre, incluso los que en un inicio alcanzaron niveles aceptables en el área de Centroamérica y el Caribe como fueron el futbol y el baloncesto, pero el que más daño ha sufrido por el significado que tiene para los cubanos, es la pelota. Con este deporte, otrora insignia del movimiento deportivo cubano, se han ensañado; series nacionales con 17 equipos mediocres en un país con poco más de 11 millones de habitantes, mala alimentación, bajos salarios, poco desarrollo técnico, presión excesiva sobre los deportistas incapaces de relajarse y disfrutar lo que saben hacer, porque sobre ellos pende la espada del cumplimiento del sagrado deber con la Patria, la Revolución y el Partido (¿?).
En cuanto a las propias Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar y Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético, la alimentación de los atletas es pésima, no hay implementos deportivos ni vestuario adecuado, los gimnasios y demás instalaciones o bien son un desastre o no existen, hasta el agua escasea, y los alumnos disputan entre sí el integrar los equipos, generalmente con enfrentamientos violentos donde vale todo.
Para mejorar los resultados de la pelota cubana harían falta cambios estructurales profundos; reorganizar los juegos escolares tomando en cuenta los centros de enseñanza del sistema nacional de educación como base de la que se nutran, mejorar las condiciones alimentarias y ambientales de las escuelas deportivas, garantizar los implementos deportivos necesarios en cada nivel, actualizar los conocimientos técnicos sobre el beisbol aprendiendo sin sonrojos de los que mejor lo hacen, reestructurar los campeonatos nacionales de pelota dejándolos en siete u ocho equipos de la liga superior y otros tantos de una liga inferior o de desarrollo, que la Comisión Nacional de beisbol sea integrada por personalidades conocedoras de este deporte y no por advenedizos, que a la hora de hacer la selección nacional prime el criterio del rendimiento durante el campeonato nacional, que los peloteros integrantes de los equipos de la liga superior, sean eximidos de participar en los torneos provinciales con el fin de evitar el consiguiente agotamiento físico y nervioso, que se permita la transmisión televisiva de juegos de las Grandes Ligas norteamericanas, con lo que se pondrá término a demasiados años de aislamiento y engaño sobre el verdadero nivel de nuestra pelota.
Ni Víctor Mesa ni el resto de la dirección del equipo son magos, ni los peloteros cubanos pueden hacer más de lo que hacen, en cada partido salen a darlo todo aunque en ocasiones no sea suficiente. Como la culpa debe caer sobre alguien, ¿qué tal si esta vez le toca a la máxima dirección del país?
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