Publicado por Primavera Digital Sin Censura. (Texto
corregido y aumentado)
“Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la
casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los
israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había
enviado a reconocer a Jericó.” Jos. 6:25
Mientras
en el mundo se combate cada día cualquier forma de discriminación, de pronto aparecen
retrógrados ultraconservadores que insisten en segregar a algún sector o grupo de
la sociedad por razones prejuiciadas. Lo mismo da que sean de raza negra, que
homosexuales o prostitutas, el prejuiciado utiliza una escala de normas y
valores propios que pretende aplicar al resto de los humanos.
Un
señor muy serio, profesional e inquisitivo se levantó en alguna ciudad del
primer mundo para amonestar un artículo de este periodista publicado por el
semanario digital Primavera, en defensa de las casi niñas prostitutas de La
Habana, víctimas propiciatorias de
chulos, policías corruptos y extranjeros depravados que las usan y en el mejor de los casos, llegan a la condescendencia de apiadarse de las chicas que se
quedan dormidas a medianoche mientras esperan un ocasional cliente, según
declara en un correo electrónico el propio inquisidor.
Muy
por el contrario a lo que piensa el señor Elías Farfán, siempre, todo medio, momento
y lugar en cualquier parte del mundo, es bueno para defender a las víctimas de
abusos sean estos negros prietos, indios, transexuales o prostitutas, porque en
ningún caso su color de piel, origen étnico, preferencia sexual o actividad
profesional, los convierte en criminales o apestados.
Una
mujer dedicada al oficio de la prostitución no tiene porqué sentir vergüenza
ante señoras mojigatas que no satisfacen a sus maridos y hombres hipócritas que
de día las critican y de noche buscan sus servicios. Los policías que les cobran a estas
trabajadoras dos o más pesos convertibles (CUC) por permitirles trabajar cada
noche en las calles de la capital cubana, son verdaderos delincuentes que
merecen ser castigados y la prensa tiene el sagrado y objetivo deber de denunciar lo incorrecto y en la medida de lo
posible, defender a las víctimas, aunque
lo amenace la censura o el quedarse sin empleo. Otra cosa sería una
desvergüenza. Aunque haya suecos con seudónimos bíblicos que prefieran “hacerse
los suecos”.
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