Los solares, también conocidos como ciudadelas o cuarterías en la Ciudad de La Habana, son semejantes al mundo en muchos aspectos. Cada solar tiene entre sus habitantes una gran diversidad de intereses, profesiones, razas, ingresos y modos de vida.
Igualmente, los vecinos se ayudan unos a otros, se piden un poco de sal, (lo cual en ese ambiente no es de buen gusto), o de azúcar o café. Si a alguno le sobró algo del potaje de chícharos, antes de botarlo averigua si aquel puede resolver con eso y no tener que comerse el arroz y el huevo hervido a golpe de saliva.
También en este mundo existen códigos de conducta que obligan a una convivencia armónica; cuidar las áreas colectivas, respetar los turnos del baño, de la azotea para tender la ropa, etc. Y algo muy importante, nadie se mete en los asuntos ajenos, a no ser que estos vayan más allá del simple problema doméstico y se conviertan en hechos escandalosos porque sus implicaciones trascienden el estrecho ámbito familiar.
El hijo que golpea a su madre, el marido que además de no llevar el sustento diario al hogar, se emborracha y golpea inmisericorde a la esposa sufrida y al pequeño que observa impotente. En casos así, llega un día que alguien, harto, llama a la policía para que detengan al malhechor. Este mal hijo, mal padre, o mal marido, no podrá alegar ante los vecinos o las autoridades, que los problemas de su casa son sólo suyos y que nadie tiene derecho a meterse en ellos.
Así mismo, hay gobernantes que se comportan con sus pueblos de una manera despreciable, y pretenden invocar una supuesta soberanía ante la denuncia y sanción de los desmanes que cometen. El mundo es como una gran cuartería y hay que saber comportarse para ser digno de respeto tanto en uno, como en la otra.
hildebrando.chaviano@yahoo.com
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