martes, 25 de octubre de 2011

Malversación y Ejercicio Fraudulento de Funciones Públicas



Al parecer Raúl Castro se ha propuesto mejorar la imagen de su gobierno mientras protege su bolsa, al arremeter contra los corruptos que pululan en ministerios y demás dependencias gubernamentales. La malversación, el cohecho, el enriquecimiento ilícito y el tráfico de influencias, son delitos de moda entre los revolucionarios de más alto rango. El meter la mano en lo ajeno, ha sido práctica habitual de los diligentes dirigentes de la revolución cubana desde el mismo principio del proceso.

Concedida la patente de corso a todo el que mostrara fidelidad absoluta, los dirigentes revolucionarios se han dado la gran vida durante más de medio siglo, sin ser cuestionados por nadie que no fuera el propio Comandante en Jefe, el robar del erario público se convirtió en el deporte más practicado por los que tenían como responsabilidad velar por la correcta administración de los recursos puestos en sus manos.

Pero no hay nada mejor que el mal ejemplo para acabar con las buenas intenciones. Los líderes históricos, intocables por derecho divino, se han permitido todo tipo de prebendas y han llevado una vida licenciosa de bacanales, viajes de placer, yates, cayos particulares, mansiones, fincas de recreo, vacas lecheras personales y todo tipo de lujos y caprichos.

¿Qué se puede esperar entonces de las nuevas generaciones de dirigentes revolucionarios, sino que copien todo lo que de una forma u otra le enseñan los mayores? La corrupción en Cuba no son hechos aislados cometidos por individuos descarriados, en Cuba la corrupción es institucional y Raúl Castro sabe que lucha contra un dragón de muchas cabezas y donde quiera que corta una, salen dos, porque el sistema político-económico-social imperante promueve el egoísmo, el amor desmedido por el dinero y las cosas materiales, y cada cual procura obtenerlos a cualquier precio.

Este “sálvese el que pueda” ha echado raíces entre los simples trabajadores de cualquier sector. La palabra “búsqueda” ha sustituido a la más conocida “robo”, y aunque el panadero no pueda pasar las Navidades en París, Barcelona o Tokio, al menos puede vender en el mercado negro el aceite que se “busca” cada día.



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