Tarea difícil la que se han propuesto los líderes históricos de la Revolución Cubana, preservar y perfeccionar el socialismo es igual que conservar un cadáver momificado; cuando más, sirve como pieza de museo. No se puede preservar lo que no existe ni se puede perfeccionar lo que en el momento de nacer no era viable. El comunismo nació como engendro incapaz de tener vida propia, de ahí que viva a expensas del sufrimiento de millones de seres que son sacrificados en su nombre.
Marchas y discursos; si eso es el comunismo, está bien, aunque sea aburrido. Si las conquistas a defender son las prebendas de la casta gobernante, tienen razón en defenderlas hasta con los dientes. Pero pretender que la unidad de una nación se mide por la participación de carneros, cobardes, oportunistas y miopes políticos en cuanta marcha se les ocurra organizar a los dueños de La Gran Birán, ya eso es otra cosa.
El capitalismo monopolista de estado que rige en Cuba desde hace más de cincuenta años, se encuentra en un proceso de neoliberalismo rampante llamado eufemísticamente reformas; con desempleo, aumento de precios, impuestos exorbitantes a los trabajadores por cuenta propia, inflación, improductividad y decrecimiento económico. Ni más ni menos que lo que puede ocurrir en cualquier otro lugar de este mundo en crisis, con la diferencia de que allá se puede salir a las calles a protestar y aquí, un sicario disfrazado de camillero de la Cruz Roja te cierra la boca a golpes, te encarcelan dos semanas extrajudicialmente y te amenazan para que no hables porque te pueden hacer la vida imposible.
Nuestro país presenta todas las características de uno del tercer mundo en bancarrota económica, sin que pueda acusarse a ninguna transnacional de haber saqueado los recursos nacionales, ni haber sufrido guerras civiles o agresiones militares de potencia alguna durante más de medio siglo.
Los comunistas cubanos se han encargado ellos solos, sin ayuda, de convertir la nación en la menesterosa del Caribe que reclama solidaridad a gritos, pues la república, como hubiera querido Martínez Villena, no puede mantenerse de sí.
Allá van los marxistas, los siervos y los cortesanos, entre cantos de victorias y banderas del color de la sangre. Adelante, falta poco, un esfuerzo más, miren al líder como marcha al frente lleno de senil optimismo, cargado de inútil sabiduría. Lo que ven no es un precipicio, es un viaje sin retorno al reino de las tinieblas.
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1 comentario:
Excelente artículo de opinión Hildebrando, pero en cuanto a análisis peca de cortedad. Me explico. La teoría marxista desde su nacimiento era mentirosa, por no declarar a Marx un ignorante en Historia y Antropología. Basó su teoría en la tergiversación en cuanto al origen del capitalismo, asegurando que esta acumulación necesaria para el desarrollo, tuvo su origen en el expolio de la productividad de los trabajadores, ya que según él, el patrón robaba la plusvalía del trabajo a sus obreros. Dos mentiras en una. El origen del capitalismo estuvo en Mesopotamia en el reino persa aqueménide, cuando los contadores de impuestos persas a las zatrapías crearon el sistema contable de doble entrada. El segundo es haber tergiversado que si los trabajadores no producen utilidades a los inversores, entonces no hay motivo alguno para crear empresas, ni menos crear puestos de trabajo. Marx era racista y despreciaba a los africanos e hispanoamericanos, ya que nunca se pronunció en contra del esclavismo, por el contrario consideró justo que los europeos esclavizaran a los afros y a los indígenas americanos, para quienersd nunca hizo cálculos del "robo" de sus plusvalías.
Carlos Medina de Rebolledo
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