Una joven disfruta de un día de playa en compañía de algunas
amigas, cuando unos bañistas extranjeros se acercan y las invitan a un
restaurante cercano. Conversan, y como es normal entre personas jóvenes, las
horas pasan entre tragos y risas. Un agente de la policía se acerca al grupo y
muy serio, les pide identificación a las jóvenes. Son los extranjeros los que
preguntan el porqué de la intervención del agente y este les responde de mala
gana que las jóvenes no pueden asediar a los turistas por lo que van a ser
detenidas.
Podrá reírse el que quiera, pero en Cuba es exactamente así.
Alguien podrá argüir, siguiendo la misma lógica retorcida del apartheid, que lo
mismo podría ser requerido y hasta expulsado del país el extranjero que
solicite la compañía de una joven nativa. En realidad todo no es más que parte
de la hipocresía del régimen cubano.
En su cruzada moralista de los primeros tiempos de la
revolución de los barbudos, Fidel Castro se encaprichó en eliminar de raíz el
oficio más antiguo de que se tiene noticia. Fue otro de los tantos fracasos que
integran el rosario del proceso revolucionario cubano. Como se supone que en un
país donde no hay corrupción, ni analfabetos, ni burgueses, ni drogadicción,
por ser lacras del pasado, tampoco puede haber putas, es entonces que entra en
juego el llamado “estado peligroso”.
Ley 62, Código Penal.
“Artículo 72. Se considera estado peligroso la especial
proclividad en que se halla una persona para cometer delitos, demostrada por la
conducta que observa en contradicción manifiesta con las normas de la moral
socialista.
“Artículo 73.1. El estado peligroso se aprecia cuando en el
sujeto concurre alguno de los índices de peligrosidad siguientes:
a) la
embriaguez habitual y la dipsomanía;
b) la
narcomanía;
c) la
conducta antisocial
2. Se considera en estado
peligroso por conducta antisocial al que quebrante habitualmente las reglas de
convivencia social mediante actos de violencia, o por otros actos provocadores,
viola derechos de los demás o por su comportamiento en general daña las reglas
de convivencia o perturba el orden de la comunidad o vive, como un parásito
social, del trabajo ajeno o explota o practica vicios socialmente reprobables.
Artículo 74. Se considera también estado peligroso el de los
enajenados mentales y de las personas de desarrollo mental retardado, si, por
esta causa, no poseen la facultad de comprender el alcance de sus acciones ni
de controlar sus conductas, siempre que estas representen una amenaza para la
seguridad de las personas o del orden social.”
Las mujeres cubanas, por ser cultas y sanas, como alguien
dijo alguna vez en uno de sus tantos discursos, además de hermosas, no tienen
necesidad de asediar a nadie; en la puerta de la casa, en la cola del pollo por
pescado* o montadas en un ómnibus repleto a la seis de la tarde, son
atractivas, para el turista y para el no turista.
La joven que disfruta de la estancia en lugares donde
concurren turistas extranjeros no manifiesta una conducta antisocial, solo
manifiesta su necesidad de diversión, de compartir con personas interesantes a
la que ella misma les es interesante a su vez, sin que por ello quebranten
ninguna regla de convivencia social, cometan actos provocadores, perturben el
orden de la comunidad o practiquen vicios socialmente reprobables.
Si la prostitución no aparece como delito en el Código
Penal, es porque el legislador no lo vio como tal o no consideró políticamente
correcta su inclusión. No es así con el proxenetismo, el cual aparece recogido
en la ley y es debidamente sancionado.
A pesar de ser el “Estado Peligroso” el gran saco de la
legislación penal fascista y comunista, no hay manera de que el intercambio
carnal entre personas que se unen por propia voluntad pueda considerarse un
vicio o un acto peligroso, es, cuando más, el himeneo elevado a la categoría de
atracción turística, la internacionalización de la gozadera, lo que todo el
mundo, o el que puede, hace todos los días, o cuando puede, pero más parecido a
los Cuerpos de Paz de las Naciones Unidas.
Si pasear, comer, beber, bailar o tener sexo con un
extranjero es un delito, entonces debe aparecer como tal en el Código Penal,
sin vergüenza, sin sonrojos, sin falsas apariencias. A más de medio siglo de la
expulsión del capitalismo y sus lacras de la patria, hoy los policías, como
vulgares proxenetas, extorsionan mujeres
sean estas o no prostitutas, abusan de ellas y las humillan en las playas y a
la salida de los hoteles y centros nocturnos, ante la mirada atónita de los
turistas que no saben, si el uniformado es un agente del orden o un chulo
disfrazado.
*11 onzas de
pollo vendidas por la libreta de racionamiento en lugar de la misma cantidad de
pescado que antiguamente se ofertaba.
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