martes, 25 de septiembre de 2012

Fundamentalismo.


 

El mundo islámico está indignado, lo que no han logrado los aviones teledirigidos con sus daños colaterales, las invasiones de la OTAN y las torturas en Guantánamo, lo ha logrado un oscuro cineasta que nadie sabe a ciencia cierta quién es, ayudado por la magia de Internet. Un video de catorce minutos de duración y dudosa factura según dicen los que lo han visto, ha provocado que los musulmanes en todo el mundo se vean en el deber de quemar, saquear, matar inocentes, y de paso dar la razón a los que los acusan de extremistas, violentos y terroristas dispuestos a cualquier barbaridad amparados en su fe.
Los comunistas y ateos de toda laya se han cansado de decir barbaridades en contra de Jesús, lo han negado, se han burlado de su divinidad, y la Biblia, libro sagrado de los cristianos, lo mismo ha sido quemada que vilipendiada. El pueblo cristiano no se ha lanzado a las calles a apedrear y quemar comunistas o embajadas comunistas.
La Internacional, himno de guerra de los comunistas de todos los países, repudia la creencia en Dios -el mismo Dios de todos-, sin que ninguna autoridad eclesiástica se haya pronunciado en contra de la estrofa ridícula.
Los islamitas, musulmanes, seguidores del Profeta Mahoma o como les guste llamarse a sí mismos, exageran la nota. Culpar al gobierno de los Estados Unidos de la realización y divulgación de una película de factura privada, más bien parece un desvío de la atención a los verdaderos problemas que tienen los países árabes, como el atraso en que están sumidos pueblos que en otras épocas iluminaron a la humanidad con su conocimiento, o el estado de degradación a que están sometidas las mujeres en sus sociedades  machistas, donde lapidarlas públicamente hasta morir, se llama justicia.
Si alguien quería ver un ejemplo de lo que es odio racial desmesurado, ya lo vio en los noticieros y la prensa de todo el mundo.  De esta cultura o subcultura de la violencia, salen los que son capaces de dinamitar aviones cargados de inocentes, incendiar discotecas o derribar edificios repletos de trabajadores.
De los que violan y asesinan a un hombre sea o no embajador, el mundo no puede esperar nada bueno. El valor y la ira que demuestran estos soldados del islam contra personas inocentes, no tiene que ver con el comportamiento que mostraron en la guerra del 67 cuando pretendieron borrar del mapa a Israel y terminaron suplicando la devolución de los territorios ocupados.
Que la película de marras pueda ofender a alguien, puede ser, pero solidarizarse con los que se valen de cualquier pretexto para asesinar, aterrorizar y elevar el odio a la categoría de acto religioso, es participar del crimen.
Los regímenes totalitarios son también fundamentalistas aunque sean ateos; el odio a quien se atreva a pensar diferente, al que se aparte de los códigos establecidos a capricho, al que se atreva a criticar al sacrosanto ayatola-comandante. Este odio puede llevar al hundimiento de barcos cargados de inocentes, al derribo de avionetas, a las golpizas a mujeres, a muertes sospechosamente convenientes y al encarcelamiento injusto.
Las turbas revolucionarias que gritan consignas progubernamentales y dan golpes a los disidentes en La Habana, no tienen nada que envidiar a las turbas musulmanas que queman, apedrean y matan inocentes en las capitales de los países islámicos. En ambos casos, el fanatismo y la cobardía van mano a mano; en ambos casos el modelo social es obsoleto además de injusto.

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