Presionados por un movimiento social e intelectual que desde
las filas de la oposición democrática ha desmontado cada una de las pantomimas
y escaramuzas pseudo integracionistas del régimen cubano, sus negritólogos, con
el señor Miguel Barnet a la cabeza, claman por la construcción espiritual y
unitaria de la nación cubana.
Todo consiste para ellos, en achacar los males del racismo
que hoy padecemos; a la esclavitud y sus lacras, la colonización, la república
mediatizada con sus generales y doctores, y por qué no, al causante máximo de
todos nuestros males, el siempre conveniente enemigo del norte que
malévolamente permitió la inscripción del Partido Independientes de Color para
contribuir a la desunión de “las fuerzas que en Cuba luchaban por la justicia
social” (sic). ¿Qué fuerzas luchaban en aquel momento por la justicia social,
como no fuera precisamente este partido?
En el centenario de la masacre de los Independientes de
Color. Hubo discursos, y aunque tarde, se ha pretendido reivindicar en público la
imagen de una raza que a más de medio siglo de revolución socialista, sigue
padeciendo exactamente las mismas carencias, abusos y manipulaciones que un
siglo atrás.
Más de la mitad del tiempo transcurrido desde la masacre,
entra en el período post revolucionario, y ¿qué se ha logrado?; los negros son el
sector de la sociedad más reprimido por
la policía, porque en la escuela de la PNR les enseñan que la mayor parte de
los delincuentes son de tez negra, los negros continúan en minoría en los
puestos de dirección, en las universidades, y en los puestos de trabajo con
acceso a moneda convertible, en cambio, son mayoría en las cárceles, en los
solares o cuarterías de La Habana y en los barrios marginales de toda la
república.
La dirección blanca del país, heredera de aquellos blancos
esclavistas convertidos después en blancos patriotas, blancos republicanos,
blancos socialistas, no ha cambiado en nada el estado de cosas. Un poco porque
no les interesa, otro poco porque no les conviene y otro no tan poco, porque en
su fuero interno son tan racistas como los que les antecedieron.
La actitud paternalista y perdonavidas, el llamado a la
unidad que más bien es el llamado al sometimiento de una raza y a la aceptación
de una predestinación maldita donde el blanco sigue siendo el amo aunque ahora
se le llame compañero dirigente. Estas son premisas que nos permiten
identificar la actual sociedad cubana con la de hace cien años, y el ver una
vieja foto del cadáver ensangrentado de Evaristo Estenoz rodeado de miembros
del ejército de la época, trae a la memoria algunas escenas del sur de los
Estados Unidos cuando el Ku Klux Klan campeaba por sus respetos. Solo les
faltan las capuchas.
Siempre que las autoridades cubanas persiguen y reprimen por
cualquier medio a organizaciones no gubernamentales de carácter antirracista
como el Movimiento de Integración Racial “Juan Gualberto Gómez”, el Comité
Ciudadano por la Integración Racial y el Observatorio Ciudadano Contra la
Discriminación, cometen el mismo crimen que cuando se declaró proscrito al
Partido de los Independientes de Color
bajo el gobierno de José Miguel Gómez. Cuando los oficiales del
Departamento de Seguridad del Estado, háganse llamar Ignacio, Eric o lo que
sea, impiden el acceso a la sede del Comité Ciudadano por la Integración
Racial, están copiando a los oficiales y soldados de la república que en 1912
masacraron a los Independientes de Color.
Olvidó Barnet mencionar en su discurso, que como parte de la
soldadesca del general José de Jesús Monteagudo estaba el entonces capitán José
Francisco Martí y Zayas Bazán, en cuyo honor fue develada una tarja en el
Centro de Estudios Martianos este mismo año de aniversario luctuoso. Si se va a
hablar de acciones concretas que fortalezcan el principio de unidad de la
nación, sería una buena acción dar marcha atrás a la infeliz idea de la tarja y
volver a sumir al hijo indigno del
Apóstol, en la oscuridad de la que no debió salir jamás; también sería una buena
acción de desagravio, arrancar la estatua del racista y homicida José Miguel Gómez, del lugar que ocupa en la
Avenida de los Presidentes, fundirla, y en su lugar erigir una de Evaristo
Estenoz, fundador del proyecto político más avanzado de principios del siglo
pasado, como símbolo del aporte de la raza negra a la construcción de la nacionalidad
cubana.
No faltarán defensores de mantener en pie la imagen del
oprobio, para lo cual alegarán múltiples razones sin confesar su racismo, pero
los ciudadanos que aspiramos a una Cuba democrática debemos ser firmes en
nuestra demanda, la reivindicación exige reparación histórica, y la estatua es
un estorbo, ofende.
Pero el retiro de una tarja y una estatua sería solo una
medida contra un escarnio público, que a fin de cuentas se resolvería con un
poco de buena voluntad y decencia, lo difícil, es que cien años después, el
Estado cubano garantice la igualdad de oportunidades en el cuerpo diplomático
pedida por los Independientes de Color en sus bases programáticas. Por lo visto
en el acto de juramento de los últimos 32 embajadores de la República de Cuba, ocurrido
el martes 17 de julio ante el Monumento a José Martí, el grupo podría pasar por
diplomáticos europeos vestidos con guayaberas.
En el año del Centenario, está todo como al principio,
aunque el oficialismo se de golpes en el pecho proclamando la victoria sobre el
dragón de muchas cabezas que es el racismo; institucional, cultural, económico,
étnico, religioso y laboral.
La unidad sin respeto a la diversidad en todos los órdenes,
incluso en el orden de las ideas, no es democracia, una pretendida unidad sin
libertad es la imposición de una voluntad superior que somete todas las demás
voluntades y las asfixia, los últimos en la escala son absorbidos y dejan de tener voz, de ahí que los blancos
hablen por los negros de asuntos de negros, mientras los negros escuchan y
asienten.
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