martes, 15 de octubre de 2013

Réquiem por Camilo.



El oficial del Departamento de Seguridad del Estado conocido por “Camilo”, es famoso por su disposición a usar la fuerza bruta contra hombres y mujeres de la oposición pacífica cubana. Amparado en el órgano que representa, este “Camilo” que no tiene nada que ver con el legendario de la barba y el sombrero tejano, hace gala de su poca valía como hombre, al agredir  físicamente a personas indefensas que cometen el error de pensar que una Cuba mejor es posible.
Pero no basta con ello; ahora el susodicho está al frente de una banda de gamberros que se ufanan de ser el “grupo de asalto de Camilo”, denominación esta, usada por el propio esbirro durante un operativo parapolicial realizado el día 3 de octubre en el municipio Playa. Es posible que después de todo, esta sea la labor que le viene bien al  abusador, se puede ver su futuro como jefe de una tropa de asaltantes de camino.
Los torturadores del gobierno de Batista, antes de aprender ese oficio, eran jóvenes, muchos provenientes del campo, que se incorporaban a la policía o al ejército como una forma más de ganarse la vida, algunos quizás con el ideal de servir a la justicia y a la patria; pero en medio de los odios desatados por la dictadura, aquellos jóvenes descubrieron que les daba placer dar palos  a los prisioneros, que sacar uñas podía ser divertido, y que una cara machacada a golpes,  un cráneo roto de un batazo o unas costillas molidas a patadas, eran mérito suficiente para ascender hasta convertirse un día en cabecilla  de su propio grupo represor.
Va mal este Camilo y van mal sus jefes que le ordenan, autorizan o permiten  los desmanes que comete y, lo que pudo ser un ciudadano digno,  se ha convertido en uno de los personajes más tristes de la triste historia de la Revolución Cubana. Este Camilo, también se perdió.

Publicado en la Primavera Digital



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