Por fin reconoce el gobierno cubano que los
atletas de alto rendimiento no son otra cosa que deportistas profesionales que
merecen un salario decoroso, acorde con
la labor que realizan. Se acabó aquello de la diferencia entre deporte rentado
y deporte revolucionario, entre profesionalismo y amateurismo; a fin de cuenta
todos son amantes del deporte que practican, y tienen las mismas necesidades
como seres humanos.
Que un pelotero de la serie nacional se
pase largos meses alejado de sus familiares, mal alimentado -¿recuerdan los peloteros
de La Habana el picadillo de cresta de gallo en el estadio “Nelson Fernández”?-,
con pésimas condiciones de alojamiento y entrenando y jugando en terrenos casi
potreros o potreros, para devengar un salario de doscientos o trescientos pesos
CUP mensuales como sereno o vaya usted a saber que otro cargo minúsculo en una
minúscula entidad estatal, era una verdadera burla.
La burla se prolongó durante más de
cincuenta años en los que hubo de todo; malos resultados competitivos,
deserciones, amenazas, presiones políticas, vigilancia policial a los
deportistas en competencias internacionales, despojo de los premios en
metálico, sanciones por mantener relaciones con deportistas considerados desertores,
engaños, y una larga lista de etcéteras.
Solo los cada vez peores resultados del
deporte cubano, han obligado a la máxima dirección del país a tomar las odiadas
medidas de remuneración decente y trato respetuoso a deportistas que por sobre
todas las cosas, son hombres y mujeres, seres humanos que no merecen ser
tratados como traidores cuando deciden romper con el que los explota, ni como
mantenidos que no se ganan el poco de
arroz y frijoles que se comen.
La política errónea seguida hasta ahora, no
impidió que en este momento haya más de veinte peloteros cubanos en las grandes
ligas norteamericanas, ni que boxeadores nacidos aquí ostenten títulos en el
boxeo profesional. Condenados al ostracismo; a no ser conocidos sus éxitos por
los compatriotas, y sin poder regresar nunca más al suelo que los vio nacer,
por prohibición expresa del dictador en jefe.
Los mueve el peligro de quedarse sin
deportistas de calidad que vendan al mundo una imagen de poderío chovinista, o
sean capaces de entretener al pueblo que, a falta de otros alicientes, se
conforma con ver telenovelas y eventos deportivos.
Esta “justa decisión” debió esperar más de
cincuenta años a que se produjera una
profunda crisis en todos los sectores de la sociedad cubana. Es de esperar que
se produzcan más decisiones de este tipo, a tono con los tiempos de capitalismo
salvaje que se avecinan después de tanto soñar con un sistema que nunca dejó de
ser utópico.
Publicado en Primavera Digital
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