Dos lectores del diario Granma se han liado
en una divertida discusión sobre los méritos y deméritos del humilde,
desagradable y racionado Lactosoy, producto que por su nombre debe estar
compuesto de harina de soya y leche en no se sabe qué proporciones, y que por
su gusto y textura no se parece a nada conocido.
Las cartas de estos lectores son sinceras y
antagónicas, aunque no irreconciliables. Ambos ancianos tienen razón; el Lactosoy
es decididamente repugnante al paladar, insoluble, y anti coagulable, pero también es la única
opción que tiene la mayor parte de los ancianos cubanos de acceder a algo que
contenga leche, aunque sea en cantidades mínimas.
El precio de un kilogramo de leche en polvo
en las tiendas en divisas asciende a 5.75 CUC, es decir, el equivalente a
143.75 pesos cubanos de los que se usan para pagar la pensión a los jubilados.
De ahí el gemir del señor S. L. Velázquez cuando pide a la empresa productora
del susodicho alimento, y a la empresa encargada de su distribución, que no
tengan en cuenta la opinión del señor S. Menéndez, no vaya a ser que en lugar
de mejorar la calidad saquen de circulación el producto y tanto él como otros
miles de cubanos mayores de 65 años, se queden sin desayunar o al menos con la
idea de que lo hicieron.
En cuanto al subsidio del producto por
parte del Estado, alguien debe decir al señor Velázquez que lo que el Estado le
da, ya se lo cobró antes en el salario miserable que le pagó durante su vida
laboral y en la pensión también miserable que devenga en la actualidad.
En un país cuyo gobierno se precia de la
excelente atención a las personas de la tercera edad, es un bochorno que al final de sus vidas dos abuelos se enzarcen
en una discusión bizantina acerca de la indignidad del Lactosoy, ya sea con
sabor a plátano, fresa o chocolate.
Publicado en la Primavera Digital
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