Es inspirador escuchar al Canciller cubano
declarar sin sonrojarse que “El bloqueo es un acto inculto que impide el libre
movimiento de las personas, el flujo de la información, el intercambio de
ideas…”, así como que “Habría que hacer prevalecer el diálogo, la
negociación…”. Parece hasta mentira que este mismo personaje sea el
representante de un gobierno y partido que criminalizan el flujo de información
independiente y el intercambio de ideas que no les son afines.
Deberían mirar hacia adentro de Cuba y ver
que lo mismo que reclaman del gobierno estadounidense, lo reclaman los
cubanos desde enero de 1959. Este es el centro de todas las
discrepancias, y los Estados Unidos, en su relación con el gobierno cubano,
reproducen la situación a que se ve
sometido el pueblo de la isla por sus gobernantes.
Es una relación de mimetismo político. Si
la Constitución cubana restringe hasta casi hacer desaparecer cualquier
vestigio de derechos civiles y políticos, y el Código penal criminaliza las
libertades de expresión, reunión, asociación y manifestación, ¿de qué se queja
Bruno? El régimen cubano exige un trato igual como representantes de un país
soberano, pero, ¿dónde radica la soberanía, en el pueblo o en sus gobernantes?,
¿y si el pueblo no puede ejercer libremente sus derechos soberanos, hay
soberanía?
Parafraseando al Canciller, el gobierno
cubano debe estar dispuesto a avanzar hacia la normalización de las relaciones
con los cubanos que piensan diferente y
establecer un diálogo serio, constructivo, en condiciones de igualdad y pleno
respeto al sentido de independencia y soberanía que les corresponde, sin
descalificaciones ni condicionamientos ofensivos y humillantes. Libertad es lo
único que necesitan los cubanos para desarrollar el país y dejar atrás la
bazofia ideológica que ha provocado tanta miseria.
Publicado en Primavera Digital
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