martes, 17 de junio de 2014

Solidaridad con Australia.


La población aborigen australiana es inferior al medio millón, y a pesar de ser Australia un país con considerable desarrollo económico y lo escaso de esta población, han aceptado la ayuda de Cuba para alfabetizar a los australianos aborígenes.  A cambio de este favor, instituciones de ese país se declaran solidarios con los espías cubanos presos en los Estados Unidos (Diario Granma, 12 de mayo de 2014).
La compra de voluntades es un negocio que el gobierno cubano desempeña con éxito siempre que existan gobernantes venales que desatiendan las necesidades más elementales de sus ciudadanos. Esto permite que el lobo comunista se infiltre entre las ovejas desamparadas y ocurre así lo mismo en América que en Australia.
Los comunistas andan a la caza de oportunidades para mostrar sus habilidades; unos médicos esclavizados por aquí, unos maestros también esclavizados por allá, y sobreviene el socavamiento de los sistemas democráticos. La culpa es de los gobernantes y del egoísmo de las sociedades que se olvidan de los aborígenes australianos, de los indígenas americanos,  de los pobres y todo tipo de marginados.
¿Será tan difícil para los gobernantes y los ricos ponerse de acuerdo y dedicar un poco de dinero para alfabetizar a unos cuantos miles de aborígenes y de esta forma cerrar las puertas al oportunismo populista de que hace gala el comunismo? La ceguera política y el egoísmo permitieron la entrada y el enraizamiento del totalitarismo en Cuba, lo mismo ocurre en Venezuela y en todos y cada uno de los países de América Latina donde se escuchan lamentos porque los gobiernos socialistas en el poder coartan las libertades ciudadanas.
Un plan de alfabetización, un sistema de educación al que puedan acceder los menos favorecidos y el establecimiento de un programa de salud primario que contenga un plan de prevención de enfermedades evitables, redundaría en personas más calificadas y más saludables que lejos de ser una carga, se convertirían en aportadores de riquezas.
Pero  al parecer, entre los líderes de los países democráticos no hay voluntad real de defender la democracia y prefieren hacerles el juego a los oportunistas, que con una cartilla de alfabetización en una mano y una vacuna contra el sarampión en la otra, se hacen del poder para no soltarlo jamás. Después viene la cartilla de racionamiento, pero ya es tarde.
Las elecciones no se ganan en las urnas, se ganan dando a las mayorías lo mínimo indispensable para no sentirse bestias. Después no se quejen los australianos cuando sientan la tierra moverse bajo sus pies, mientras escuchan en cadena nacional los discursos de Chela Wietzel o Jack Beetson desde la sede de gobierno.



Sin Fortuna en La Fortuna



Fuerzas de la Policía Nacional Revolucionaria y el Departamento de Seguridad del Estado actuando de forma conjunta, mantienen el asedio a la sede del Partido Unión por Cuba Libre, en la barriada habanera de La Fortuna, Municipio Arroyo Naranjo.
Desde horas tempranas de la mañana del día 23 de mayo, las fuerzas represivas bloquean el acceso al lugar, residencia del líder opositor Agustín Figueroa Galindo, con el fin de impedir la celebración de un acto cívico promovido por dicha organización política.
Hasta el momento de realizarse este reporte, habían sido obligados a retirarse del lugar bajo amenaza de detención, los activistas opositores Julio César Sotolongo Gómez, Carlos Manuel Pupo Rodríguez,  Guillermo Rodríguez,  Emilio Otero, Orlando Ramírez y Mario Magdaleno. Dentro de la vivienda se encuentran, imposibilitados hasta de comprar el pan, Agustín Figueroa, su esposa Miladys Pelier, los dos menores hijos de estos, y Alfredo Guillaume Rodríguez (El Viejo Alfredo).

No todo es siempre malo, a veces puede ser peor.



Es verdad que Cuba no se ha industrializado en más de medio siglo de gobierno comunista, el desarrollo brilla por su ausencia y las fábricas heredadas de la primera mitad del siglo pasado  se mantienen milagrosamente en pie gracias a la inventiva de técnicos y obreros. Las más recientes, provenientes de la antigua URSS y el extinto campo socialista, funcionan con tecnología que ya era obsoleta cuando fueron instaladas.
Aquello señalado por Lenin de que el aumento de la productividad dependía del desarrollo tecnológico, se cumple aquí de manera negativa; no hay desarrollo tecnológico, luego,  no hay aumento de la productividad y como consecuencia, los alimentos siguen racionados o muy caros.
Pero, no hay que ser tan pesimistas, a cambio de esta des-industrialización, hoy en La Habana solo existen tres industrias capaces de contaminar el medio ambiente: la Refinería “Ñico López” en Regla, la siderúrgica “Antillana de Acero” en El Cotorro y la Termoeléctrica de “Tallapiedra”, cuál de las tres más humeante y pestilente.
Visto el poco interés mostrado hasta la fecha por proveer a las mencionadas industrias del equipamiento necesario para reducir la emisión de gases contaminantes hacia la atmósfera, la población debe estar agradecida de que, aunque es cierto que el desarrollo brilla por su ausencia, al menos los pulmones están menos sucios y toda la afectación no pasa de alguna que otra alergia sin más consecuencias que una tosecita impertinente o un ardor insoportable en los ojos.



Justicia y Derechos.



La celebración en La Habana del VII Encuentro Internacional Justicia y Derecho, con la participación de juristas de más de  veinte países, puede considerarse una burla, una falta de respeto, y una ofensa al pueblo cubano. La dictadura más longeva del mundo convoca a la reflexión, el debate y al intercambio de experiencias “relacionados con temas jurídicos que garanticen la búsqueda de estándares superiores y de calidad para seguir conquistando una mayor justicia”.
Hay que ser desvergonzados para hablar de justicia en un país donde se puede encarcelar por parecer peligroso aunque no se cometa ningún delito, donde criticar a los gobernantes es penalizado, donde los abogados de los bufetes colectivos están sujetos a la  aprobación del Departamento de Seguridad del Estado para tener derecho a ejercer su oficio, donde se deporta a los prisioneros políticos a pesar de que esa condena no está prevista en las leyes penales cubanas, donde no existe el derecho de reunión, asociación o libre expresión fuera de las instituciones o bajo los preceptos de monopolio ideológico fijados por el Partido Comunista, un país donde los presos se encuentran hacinados, mal alimentados y sujetos a todo tipo de maltratos físicos y morales, y donde los emigrantes requieren autorización  de las autoridades para regresar a su patria.
Los juristas participantes en el evento, los de adentro y los de afuera, deben ser lo suficientemente cínicos y cobardes, para sentarse a hablar de justicia en medio de diputados elegidos desde arriba y gobernantes por designación que se niegan a ratificar los Pactos sobre Derechos Civiles, Políticos y Económicos. Lo que allí se debata, si es que se debate algo, nunca será de conocimiento de la población, y  los que manifiesten alguna idea no acorde con la línea trazada por los anfitriones, pueden estar convencidos de que nunca más serán invitados ni a un bautizo.

Calidad, divino tesoro.

 En el mercado de 17 y K en el Vedado, están a la venta algunos productos liberados, entre ellos paquetes de un kilogramo de galletas de sal elaborados en la fábrica de galletas “La Única” y vendidos al precio de 25 pesos (moneda nacional).
Está muy bien que se oferten al público algunos artículos a precios más o menos accesibles, pero lo que no está nada bien es la calidad de las galletas; duras y quemadas muchas de ellas, o sea, no comestibles ni para los gorgojos. Harina desperdiciada, energía dilapidada en los hornos sobre calentados, trabajo inútil de los panaderos y menos alimento para la población.
En esa fábrica no parece haber control de la calidad, y si lo hay, las normas deben ser muy relajadas, como para permitir que en cada bolsa haya un promedio de 20 galletas no aptas para el consumo. En realidad, parece un hecho intencional, como si se le pasara al consumidor la factura de la ineficiencia y la chapucería para no tener que dar cuenta de las pérdidas.
Y que conste, que “La Única” no es la única fábrica en Cuba donde no se respeta al consumidor, más bien esta es la regla en los establecimientos comerciales e industrias dirigidas al consumo nacional. Cuando fábricas y comercios estén en manos de propietarios legítimos y los trabajadores no tengan que robar para vivir, todo va a funcionar bien.