martes, 25 de octubre de 2011

Pagar lo que Deben. (cuento)



Asamblea de Trabajadores a las cinco de la tarde. Normalmente este anuncio que aparece todos los meses en el mural, no impresiona demasiado a los empleados de la fábrica, pero esta vez avisaron puesto por puesto que el tema iba a ser muy importante, por lo que nadie debería faltar.

Todo el día transcurrió entre comentarios y preocupaciones, no se había filtrado ninguna información, como casi siempre ocurría en un lugar donde los secretos se dicen a gritos. Disciplinadamente cuando paró el turno, los trabajadores se sentaron en las sillas del teatro, que de tan viejas dan más deseos de cargarlas que de sentárseles encima.

Después de la presentación habitual de la presidencia, se pasó al orden del día. Un solo punto iba a ser presentado y debatido, y este punto, nada más mencionarlo, provocó el estupor y la ira de los ocupantes de las sillas rotas.

La empresa estaba en deuda con numerosos acreedores; entidades transportistas, suministradores de materia prima, etc., y “los factores” del centro –administración, partido, sindicato- llegaron a la conclusión de que la única forma de saldar la deuda era rebajar el salario a los obreros de la producción por ser estos los que ganan más.

Aquello se fue abajo, el Secretario del Sindicato, encargado de dar la noticia, trataba infructuosamente de poner orden, el representante de la administración se puso las manos en la cabeza y el del partido hizo ademán de irse.

Al final, no hizo falta poner orden, porque los trabajadores abandonaron el lugar como si alguien hubiera gritado ¡fuego!, sin esperar a debatir el susodicho asunto, que además de no ser debatible, ellos ni siquiera habrían sabido cómo hacerlo.

La respuesta de los obreros no se hizo esperar. Sin previo acuerdo, aumentaron los faltantes, las ausencias y las licencias por enfermedad; mientras, bajó la productividad en la fábrica, y así, todos felices.

Un mes después, ya nadie se queja de lo ocurrido, y hasta da risa recordar las caras de “los factores” cuando anunciaban aquel disparate tan mal recibido, como un chiste malo contado por un “pesao”. Los obreros, siguen ahí, en la búsqueda, pagando las deudas de la empresa y asistiendo a las asambleas de producción.

La Habana, 17 de octubre de 2011



hildebrando.chaviano@yahoo.com

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