El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es concluyente a la hora de definir que es un mercenario:
“Mercenario, ria. (Del lat. mercenarĭus). adj. Dicho de una tropa: Que por estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero. || 2. Que percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios. U. t. c. s. || 3. mercedario1. U. t. c. s. || 4. m. Hombre que desempeña por otro un empleo o servicio por el salario que le da.”
En realidad, sólo la primera acepción interesa al fin que nos ocupa. Es coincidente con lo que podemos leer en el Artículo 119. 1. del Código Penal Cubano: “El que , con el fin de obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución material, se incorpore a formaciones militares integradas total o parcialmente por individuos que no son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar, incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte.”
El régimen comunista cubano, en su afán de descalificar a sus opositores pacíficos, le cuelga el “San Benito” de mercenario lo mismo a un grupo de mujeres que desfila con un peligroso gladiolo en las manos, que a un hombre que hace temblar la tiranía al preferir morir en una huelga de hambre que seguir sometido a la ignominia.
Muy débil tiene que ser un gobernante cuando se ve obligado a acudir a la tergiversación de sus propias leyes y no bastarle que ya de por si los derechos a expresarse, asociarse y reunirse libremente, están conculcados en la ley penal cubana, la cual es un monumento al despotismo más feroz.
El problema de Cuba no es la baja productividad, ni la falta de liquidez financiera, o el embargo norteamericano o el marabú, el problema cubano es la falta total de libertades básicas para que el país respire.
La asfixia política provoca violencia, apatía, aumento de las desigualdades, y le niega legitimidad a un régimen que se sostiene haciendo malabares sin poder evitar el fin que se avecina a pesar de todo.
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