Comicios el próximo 3 de febrero. Así, con esa impudicia,
anuncia el gobierno cubano la payasada
que refrendará el mandato totalitario que ya cumple 54 años.
Con una Carta Magna y una Ley Electoral hechas a su medida,
la pandilla gobernante hace malabares y se prolonga en el tiempo que les es ajeno. Los
Castro y su corte de alcahuetes son intemporales, dioses de una religión que
promueve la igualdad en la miseria, la ignorancia y la falta de libertades como
metas ya alcanzadas y que solo queda perfeccionar como legado a las futuras
generaciones.
La designación de 612 candidatos para el mismo número de
plazas a cubrir en la Asamblea Nacional, es un atropello a la inteligencia de
los ciudadanos. Las Comisiones Electorales y de Candidatura deciden desde
arriba qué miembro del Partido Comunista, entre medio millón, es digno de
ocupar un asiento en el Parlamento cubano.
El proceso electoral cubano es más bien un sorteo de lotería
donde un individuo compra todos los billetes y él mismo se encarga de anunciar
al ganador. Aún con estas garantías, les parece poco, y de los 612
candidatos-diputados-designados, solo un grupúsculo de 31 individuos, la
mayoría de ellos atados de manos y sin capacidad de decidir por sí mismos,
guiará a la nación por mares tormentosos, entre arrecifes de errores y olas de
represión, hasta el naufragio final. El resto, queda para avalar dos veces al
año los experimentos devenidos leyes, los dogmas que pretenden ser ideas y los
reveses convertidos en victorias.
Por coincidencia, una buena parte de los 31 miembros del Consejo de Estado se
verán repetidos en el Buró Político del Comité Central del Partido, son como la
quijada de abajo y la quijada de arriba, el yunque y el martillo o la mano y el
mortero. Lo que queda en el medio, es Cuba.
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