Muchos no estarán de acuerdo, pero, aunque sea tímida y
sigilosamente, Raúl Castro se mueve, se separa de la línea absurda llevada por
el hermano en jefe que, por conveniencia coyuntural, no se opone a que le
derrumben el castillo de insensateces levantado sobre el sufrimiento de los
cubanos.
Primero promovió una reforma agraria que a pesar de
necesitar correcciones aquí y remiendos allá, por lo menos abre un compás de
espera a que el ansiado despegue de la producción agropecuaria algún día se haga
realidad, y los niños puedan tomar leche hasta los noventa años.
La compraventa de inmuebles, si bien no ha resuelto el
problema habitacional, ha logrado que unos cuantos miles de cubanos sientan la ilusión de ser personas adultas
por primera vez en más de medio siglo.
La Ley Migratoria es otra que ha traído tranquilidad a
muchos y preocupación a otros tantos; al ver como el precio del pasaporte se
duplica como por arte de magia, el examen médico amenaza con una subida de
vértigo, y la bola escondida detrás de “si
me da la gana no te doy el pasaporte”
(traducción libre del Artículo 23 de la mencionada disposición), que parece ser
el fantasma de la tarjeta blanca. Aunque los cubanos podrán estar ahora durante
24 meses fuera del país sin perder el derecho a regresar, podríamos
preguntarnos, ¿por qué dos años?, ¿por qué no se quitó de una buena vez la
amenaza de expatriación?, ¿qué la justifica?
Más reciente, vemos como la televisión cubana al fin acepta
transmitir baloncesto y béisbol profesional, -NBA y Grandes Ligas incluidos-.
En cuanto al Canal Telesur, del cual Cuba es patrocinadora, ya no sólo se verá
“lo mejor”, sino 14 horas de lo mejor y también de lo peor, ¿por qué no?, para
algo somos el pueblo más culto del mundo; si sabemos apagar la Mesa Redonda,
sabremos cuando hacer lo mismo con ese canal hermano.
La postura del gobierno norteamericano hacia el gobierno cubano
no ha variado en lo fundamental, sin embargo, se desmoronan las prohibiciones establecidas por Fidel Castro para defender
la patria, según él, y que en realidad solo sirvieron para humillar y expoliar
al pueblo durante media centuria. Nunca debieron existir.
Es cierto que a este paso, la democracia llegará a nuestro
país dentro de 150 años. No es suficiente unas decenas de periodistas, ni
siquiera unos cientos o miles de activistas pro derechos civiles, el pueblo no
debe seguir en espera de la buena fe de un grupo de ancianos retrógrados, ni ver
la solución a sus problemas en la fuga hacia el paraíso americano, o siquiera
en un ilusorio ataque del US Army, la US Navy y la US Air Force, que no se va a
producir nunca. Queda otro grupo, los que lo dejan todo al tiempo, a la madre
naturaleza, a la Parca impía que todo lo cura, sin tener en cuenta que los
adelantos científico técnicos pueden haber hecho realidad la ficción del
Cerebro de Donovan, que termina por dominarlo todo desde una cubeta conectado a
tubitos y alambres en un laboratorio secreto.
Lo único que tendría que hacer el pueblo para sacudirse
tanta desvergüenza y acelerar el cambio, sería no hacer. No hacer guardia del
CDR ni participar en sus reuniones, no votar en elecciones donde no eligen nada,
no participar en las marchas, no integrarse en las brigadas de respuesta
rápida, no chivatear; no existe ninguna ley que obligue a participar en estas
actividades, el que lo hace es porque quiere, por cobarde o mala sangre, no por
patriota. Son cómplices del verdugo.
Cuando vea una mesa verdaderamente redonda, con la
participación de opositores y periodistas independientes debatiendo en total
libertad los problemas que afectan al país; cuando las publicaciones
independientes puedan circular y ser leídas por cualquiera que lo desee sin ser
considerado un enemigo de Cuba; cuando el Código Penal no sancione el
asociarse, reunirse o manifestarse; cuando la Constitución de la República no
tenga un artículo que declara a los cubanos súbditos de un partido político;
cuando el presidente del país pueda ser electo de entre varios candidatos,
mediante el voto libre y secreto de los ciudadanos, entonces creeré en los
movimientos, cambios, reformas o actualizaciones del sistema político y social
del país, lo demás son meneos de cintura de bailarinas de las Mil y Una Noches.
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