Gisela Delgado es una ciudadana cubana que supuestamente no
tiene ninguna limitación legal en su derecho a obtener su pasaporte y viajar si
así lo desea, pero las autoridades cubanas se regocijan cada vez que pueden
castigar a una persona solo porque no se doblega.
Utilizar el pasaporte y la autorización de salida del país
como zanahoria vergonzante contra los opositores pacíficos, no les impide a los
sátrapas mostrar el garrote cada vez que se les presenta la ocasión.
Las autoridades de Migración y Extranjería, el Departamento
de Seguridad del Estado y el Gobierno Cubano en suma, muestran cuan débiles
pueden ser las dictaduras en su arrogancia. Enseñarle de esa forma los “bíceps”
a Gisela, los pone en el mismo plano que el granuja común y corriente que
golpea mujeres para ocultar su falta de virilidad y después hace alarde del
crimen.
En estos tiempos en que los países sufren grandes
catástrofes naturales, guerras, revueltas y manifestaciones sociales que
derriban gobiernos y cambian las fronteras, en la Gran Birán los gobernantes
crean una tragedia nacional de la entrega de un pasaporte, convierten a un
grupo de mujeres pacíficas en peligrosos terroristas y en promocionadas
elecciones, dicen que democráticas, a una pantomima de comicios parlamentarios con
un solo candidato por asiento.
Insisten en ser noticia en un mundo en constante cambio, y
no son más que apariencias de momias sin dignidad. Algún día tendrán que rendir
cuentas, porque ninguna dictadura es eterna y después de todo, o le tienen
miedo a Gisela y sus bibliotecas o es la venganza por haber ésta decidido una
vez regresar a vivir en su país. Deberían seguir el ejemplo del Papa, cualquier
momento es bueno.
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