Publicado en Cuba Prensa Libre
Ante los flacos resultados de la economía
cubana, no obstante las reformas
aplicadas por el gobierno de Raúl Castro, aquí van algunas sugerencias que podrían ayudar a que el país salga del
desastre en que lo mantiene sumido el empecinamiento de los líderes.
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Conversión de las ineficientes
empresas socialistas en cooperativas privadas regidas por las leyes del mercado.
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Reducción del aparato burocrático
del Estado al mínimo posible, subastando las instalaciones y demás bienes
ociosos.
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Entrega de tierras a los
campesinos a perpetuidad, con pleno derecho a decidir qué cultivan, a quién le venden, y a qué
precios según las leyes del mercado.
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Establecer una política de
créditos realista sin ánimos de usura.
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Levantamiento de las
prohibiciones y controles absurdos que afectan por igual a productores y
comerciantes.
El descontrol, las indisciplinas, la
corrupción administrativa y demás lacras inherentes al sistema establecido,
desaparecerán en cuanto los campesinos tengan sentido de propiedad real tanto sobre
los medios de producción – jerga marxista -, como de sus beneficios económicos.
Los obreros, por su parte, serán productivos cuando no se sientan timados por
un gobierno que mientras les roba la mayor parte del salario, se las da de
dadivoso con supuestas gratuidades que no compensan la falta de libertad.
El llamado desarrollo de las fuerzas
productivas, depende en primer lugar del
nivel de independencia que disfruten los
trabajadores respecto al Estado. En la misma medida que el
Estado pretenda controlar la actividad económica- mercantil de la nación, se
medirá la falta de productividad y la mala calidad de las producciones y
servicios.
Todos los latigazos infligidos a los
esclavos en la Cuba colonial, no impidieron que inexplicablemente los machetes
se rompieran, los trapiches se trabaran, y que el azúcar producido fuera cada
vez menos, a pesar de que la dieta de uno de aquellos infelices, superaba con creces la cantidad de proteínas y calorías que puede procurarse un
“maceta” de estos tiempos.
La cuestión, al parecer, no depende de
lineamientos económicos de eficacia dudosa, o de la inversión extranjera; ni
siquiera de la aplicación de los últimos descubrimientos de la ciencia y la
técnica, sino de algo en apariencia tan sencillo como que los hombres se
sientan humanos.
Por más vueltas que se le den al sistema de
economía estatal centralizada, mejor conocido como socialismo o capitalismo
monopolista de estado, no es potable, no funciona, no es siquiera un sistema,
ya que se basa en el método empírico de ensayo/error/ensayo…, hasta el
infinito, lo cual ha convertido al país en un laboratorio manejado por locos,
con once millones de conejillos de Indias a su disposición.
Los gobernantes que eligen el socialismo,
poseen un enfermizo gusto por el poder, una personalidad sociópata escondida en
un sospechoso interés mesiánico por los pobres, a quienes convierten en
víctimas propiciatorias de su egoísmo.
No debe extrañar que después de siete años
de “pragmatismo” raulista, la producción agrícola sea este año inferior al
anterior, y que el principal renglón exportable sean los dóciles y explotados médicos
internacionalistas. Un vistazo a la prensa oficialista cubana, basta para
comprobar que los problemas y discursos
de hoy, son los mismos de ayer.
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