Publicado en Primavera Digital
A favor del actual Presidente cubano se
puede decir que recibió un país en bancarrota económica, moral y política. En
contra está todo lo demás; siete años son suficientes para mostrar algo más que
intenciones. Lo que ha hecho hasta el momento al frente del gobierno ha sido
obligado por las circunstancias, le ha tocado continuar la partida que el
hermano le dejó perdida y en posición de
”zeitnot”, que en términos ajedrecísticos equivale a decir se te está
acabando el tiempo, el enredo en que se
ha visto envuelto, el que le impide mover las piezas con soltura política se
debe, ante todo, al empecinamiento en continuar la “obra” del hermano.
¿Qué obra?, hasta el Primero de enero de
1959, el saldo de las acciones de Fidel Castro al liderar la lucha insurreccional contra la tiranía de
Fulgencio Batista, se puede considerar positivo con aciertos, errores, y
correderas a campo traviesa incluidas, pero a partir de esa aciaga fecha, el
líder histórico de la Revolución no ha dado pie con bola, su ineptitud como
gobernante pretendió suplirla con largos discursos llenos de frases
rimbombantes, promesas, amenazas y derroche de actitud anti imperialista. En la
concreta, cada vez más fusilamientos, confiscaciones, exiliados y presos, a la
vez que menos comida, menos viviendas, menos industrias, menos producción de
cualquier cosa y más corrupción social y administrativa, más prisiones y más
epidemias.
Mientras el responsable de los 313 disparates,
convertidos en otros tantos lineamientos en el último Congreso del Partido
Comunista continúe como ejemplo a seguir en pensamiento y acción por todas las
generaciones de cubanos dirigentes y dirigidos, Cuba seguirá jodida. Raúl
Castro debe sacudirse el lastre que significa la figura del hermano y su obra
si de verdad le interesa el destino de su país.
Lo primero que tendría que hacer, es
llenarse de valor y derogar la Ley 88, conocida como Ley Mordaza; modificar los
artículos 53 y 54 de la Constitución de la República, los que quedarían
redactados de la siguiente manera: “53. Se reconoce a los ciudadanos la
libertad de palabra y prensa.” “54. Se
garantizan los derechos de reunión, manifestación y asociación a todos los
ciudadanos.”; así mismo, derogar los artículos 208 al 210 del Código Penal,
referentes a las asociaciones, reuniones y manifestaciones ilícitas.
Las anteriores disposiciones legales, tal
como aparecen en la actualidad, son
injustas y no se corresponden con el discurso del Presidente cuando aboga por
la libre expresión de la crítica y el ejercicio del debate que, en las actuales
circunstancias, serían cosas de risa si no fueran tan peligrosas. Pregúntenle
sino a Roberto Zurbano, que de prestigioso intelectual y modesto dirigente en
la Casa de las Américas, se convirtió de la noche a la mañana en un apestado
empleado, condenado a la humillación y al ostracismo, condena esta muy del
gusto de las dictaduras.
Podría el Presidente, en lo que se
reformulan, debaten y aprueban en la Asamblea Nacional las modificaciones
propuestas, liberar a Sonia Garro y a su esposo Ramón Muñoz del injusto
encarcelamiento a que los tiene sometidos desde hace más de un año sin fecha de
juicio a la vista y ni siquiera habérseles formulado cargos.
Estos serían pasos en la dirección correcta
y, aunque ya no tiene oportunidad de ganar la partida, quizás podría salir con
unas tablas, lo cual siempre sería algo mejor que el mierdero heredado del
innombrable en jefe. Anímese General, y haga historia, acabe de darle un puntapié
al andamiaje que mantiene a Cuba en la ruina y sin esperanzas.
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