(PD)
Después de algunos momentos burocráticos
desagradables antes de la partida, llegamos a Lima, capital del Perú y, contrario
a Francisco Pizarro, el conquistador, Perú me conquistó, no fueron las
fastuosas tiendas por departamentos , o la abundancia y variedad de los
alimentos, tampoco los enormes edificios de oficinas o los barrios
residenciales recién construidos, ni siquiera las anchas avenidas llenas de
flores y sin papeles en el suelo. Fueron las gentes, los peruanos y peruanas,
dedicados a construir un país libre sin muchos aspavientos.
El discurso de los ciudadanos de ese país
es el trabajo creador, brillan por su elocuencia y resuelven sus problemas
aunque los políticos sean como son casi todos los políticos, y los presidentes
sean como son los presidentes, y esto es porque en Perú se respetan la
propiedad privada y el estado de derecho, fortalecidos durante décadas de
práctica de la democracia y la libertad económica, como resultado, muestra uno de los índices de crecimiento más altos de América Latina a
la vez que una reducción de la pobreza y el desempleo.
Ahora bien, los peruanos se enfrentan a un
peligro con el reciente arribo de 48 médicos cubanos que, junto con su labor
profesional, van a tratar de soliviantar a los vecinos de las zonas donde
lleven a cabo sus actividades, a los inconformes que siempre existen, y a la
izquierda trasnochada que espera su oportunidad para hundir el país en el caos
socialista. Sería una verdadera lástima
que el producto de tanto trabajo se perdiera por un experimento populista.
Estoy en el deber de advertirlo porque probé la libertad, y me gustó.
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