La oposición se dispersa, cada cual atiende a sus propios
intereses, el gobierno se atrinchera en sus doctrinas y se aleja más de la
realidad mientras el país se fragmenta en deseos, frustraciones, corrupción,
destituciones y mentiras.
A los jóvenes, el futuro de la patria, solo les interesa
irse del país o fingir fidelidad eterna al régimen mientras roban, malversan y
trabajan lo menos posible. De política, no quieren ni oír,
le tienen un miedo a los chivatos y a la policía política que se cagan;
prefieren hablar de ropa, restaurantes y discotecas, la frivolidad, la grosería
y el egoísmo reinan entre las nuevas generaciones con las que ya nadie cuenta
para fabricar el hombre nuevo.
Oportunistas, cobardes, ignorantes y envidiosos llenos de
odio, nutren las filas de los que se manifiestan en cuanta actividad oficial se
organiza para dar loas al fracasado sistema socialista y a los más fracasados aún
gobernantes de la dictadura más larga, sangrienta y hambreada de América.
Una mentira repetida mil veces no se convierte en una
verdad. Sostener y defender que hay que vivir eternamente agradecidos por la
gratuidad de los servicios médicos y educacionales es una mentira. El Estado
cubano esquilma el salario de los trabajadores para garantizar una salud y
educación pública mediocres, mientras que de ese mismo salario robado sale la
gran vida que se dan los dirigentes,
históricos y no históricos.
Los jóvenes cubanos no son capaces de reconocer el engaño
porque están entrenados desde la cuna para ser ciegos servidores de esta locura
que nos lleva directamente a una sociedad fallida donde la dictadura se ahoga
en su propia inmundicia y arrastra a millones de personas al holocausto final
con muchas penas y ninguna gloria. Los que alcanzan a darse cuenta deciden que
no vale la pena luchar, que de aquí hay que irse a como de lugar.
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