martes, 6 de enero de 2015

Cuando no gritan, lloran.


Para ciertos sectores en los que el antiamericanismo es el motivo de su existencia, los americanos están, como se dice en buen cubano, cagados de aura. Cuando invaden un país a instancias de la comunidad internacional porque un sátrapa cualquiera amenaza con exterminar a sus propios ciudadanos, aparecen como intervencionistas y genocidas sedientos del petróleo de allende los mares.
Cada guerra en que se ha visto envuelto ese país ha tenido, según sus detractores, el malvado propósito de hacerse dueños de las riquezas de las naciones invadidas, aunque siguiendo esa línea de pensamiento en realidad ahora mismo no sé cómo justificar  las intervenciones en Haití.
Hoy el motivo de odio y escándalo es otro, los Estados Unidos amenazan con hacerse autosuficientes en materia de energía y convertirse de importadores en los primeros exportadores de petróleo y gas a nivel mundial. No faltaba más, ya no se les podrá acusar de querer ser los dueños del petróleo de Irak, ni de planear invadir Venezuela con el mismo fin, aunque siempre se les puede acusar de algo, ahora según Nicolás Maduro, Fidel Castro y compañía, la extracción de petróleo y gas mediante la técnica de fracking (fractura hidráulica) que los norteamericanos practican en su propio subsuelo, es más peligroso para el planeta que los métodos llevados a cabo durante decenas de años por Rusia, Venezuela, México, Kuwait o los propios Estados Unidos.
Si se va a hablar de contaminación ambiental nadie se fija en que para alcanzar su desarrollo actual, la República Popular China es el país que emite más gases de efecto invernadero al usar enormes cantidades de hulla y carbón en sus industrias; ni tampoco en que los Estados Unidos es el país que más desarrollo ha alcanzado en la utilización de fuentes renovables y limpias de energía.
Cuando ha subido el precio de los hidrocarburos, también Norteamérica ha sido acusada de ser la responsable por su alto consumo de estos recursos y la acción de los especuladores, por supuesto norteamericanos.
En realidad, la actual algarabía ecológica está motivada por otras razones: una es que se acabó el chantaje de los países exportadores con los precios exorbitantes, otra razón es que para Venezuela ha sonado la alarma, esto pone punto final al socialismo bolivariano y su clientelismo político.
Pero para Fidel Castro el fracking es otra cosa, es una razón personal, su odio visceral a los Estados Unidos lo ciega, es el mismo personaje que denunció la producción de etanol porque según él, para el mundo era preferible comer azúcar prieta que viajar en autos movidos con alcohol. Para demostrarlo, eliminó más de cien centrales azucareros debido a que los precios del azúcar en el mercado mundial no le satisfacían.
Esta del fracking no es la primera catástrofe anunciada por el exdictador cubano: hace poco pronosticó una inminente guerra nuclear entre Irán y los Estados Unidos, no obstante, la desaparición de la capa de ozono ha sido durante mucho tiempo su hecatombe preferida.
La cruda realidad es que desde que el mundo es mundo, los hielos de los polos se han derretido y han vuelto a congelarse; la atmósfera y las aguas se han contaminado y descontaminado,  los suelos han sufrido desertificación de manera natural desde mucho antes de que el hombre pusiera sus pies en el planeta, el nivel de los mares ha crecido y decrecido y el hambre y las enfermedades han acechado a la humanidad durante decenas de miles de años con independencia de profecías místicas o científicas.
Por su parte, gústele o no a Castros y Maduros, los Estados Unidos es una nación bendecida y llamada a prevalecer en este mundo amenazado por dictaduras contaminantes y cataclismos comunistas.


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