Un anciano balbuceante, un coro de genuflexos oportunistas y un pueblo que al parecer, ya perdió todas las esperanzas de llegar a ser un país normal. El mensaje está claro, el Presidente ha caído en el descrédito y hay que echar mano hasta de un clavo ardiendo, o mohoso. Sacar a la palestra pública al responsable de los 313 disparates, errores y horrores cometidos a lo largo de más de cincuenta años de dictadura comunista, es otro error.
La utopía que insisten en presentarnos como proyecto social, para sobrevivir ha tenido que acudir a la ayuda “solidaria” de la URSS, a la ayuda, también “solidaria”, de Chávez, a la explotación feroz de los colaboradores cubanos en el exterior, a las empresas mixtas con capital extranjero donde el trabajador es tratado como esclavo, y a las remesas familiares enviadas por aquellos de los cuales dijo alguna vez “no los queremos, no los necesitamos”.
La incompetencia de Fidel Castro y comparsa al frente de la dirección del país, es olímpica, la culpa no es sólo del sistema disfuncional que han pretendido imponer, sino de su absoluta incapacidad y falta de voluntad para resolver los problemas.
A fin de cuentas, lo que ayer fue un sueño, hoy se ha convertido en una pesadilla donde se intenta reinventar el capitalismo a nivel de timbiriches y las comparecencias del máximo líder vuelven a ser maratónicas y aburridas.
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